John Milton -Paradise lost- The second book- |
Tuesday, March 08, 2005 |
Paradise Lost: The second Book John Milton (England, 1608-1674)
High on a throne of royal state, which far Outshon the wealth of Ormus and of Ind, Or where the gorgeous East with richest hand Showers on her kings barbaric pearl and gold, Satan exalted sat, by merit raised To that bad eminence; and, from despair Thus high uplifted beyond hope, aspires Beyond thus high, insatiate to pursue Vain war with Heaven; and, by success untaught, His proud imaginations thus displayed:— “Powers and Dominions, Deities of Heaven!— For, since no deep within her gulf can hold Immortal vigour, though oppressed and fallen, I give not Heaven for lost: from this descent More glorious and more dread than from no fall, And trust themselves to fear no second fate!— Me though just right, and the fixed laws of Heaven, Did first create your leader—next, free choice, With what besides in council or in fight Hath been achieved of merit—yet this loss, Thus far at least recovered, hath much more Established in a safe, unenvied throne, Yielded with full consent. The happier state In Heaven, which follows dignity, might draw Envy from each inferior; but who here Will envy whom the highest place exposes Foremost to stand against the Thunderer’s aim Your bulwark, and condemns to greatest share Of endless pain? Where there is, then, no good For which to strive, no strife can grow up there From faction: for none sure will claim in Hell Precedence; none whose portion is so small Of present pain that with ambitious mind Will covet more! With this advantage, then, To union, and firm faith, and firm accord, More than can be in Heaven, we now return To claim our just inheritance of old, Surer to prosper than prosperity Could have assured us; and by what best way, Whether of open war or covert guile, We now debate. Who can advise may speak.” (...)
Paraíso perdido. Segunda parte
En un trono de excelsa majestad, muy superior en esplendidez a todas las riquezas de Ormuz y de la India, y de las regiones en que el suntuoso Oriente vierte con opulenta mano sobre sus reyes bárbaros perlas y oro, encúmbrase Satán, exaltado por sus méritos a tan impía eminencia; y aunque la desesperación lo ha puesto en dignidad tal como no podía esperar, todavía ambiciona mayor altura; y tenaz en su inútil guerra contra los cielos no escarmentado por el desastre, da rienda así a su altiva imaginación: «¡Potestades y dominaciones, númenes celestiales! Pues no hay abismo que pueda sujetar en sus antros vigor tan inmortal como el nuestro, aunque oprimido y postrado ahora no doy por perdido el cielo. Después de esta humillación, se levantarán las virtudes celestes más gloriosas y formidables que antes de su caída, y se asegurarán por sí mismas del temor de una segunda catástrofe. Aunque la justicia de mi cerebro y las leyes constantes del cielo me designaron desde luego como vuestro caudillo, lo soy también por vuestra libre elección, y por los méritos que haya podido contraer en el consejo o en el combate; de modo que nuestra pérdida se ha reparado, en gran parte al menos, dado que me coloca en un trono más seguro, no envidiado y cedido con pleno consentimiento. En el cielo el que más feliz es por su elevación y su dignidad, puede excitar la envidia de un inferior cualquiera; pero aquí, ¿quién ha de envidiar al que, ocupando el lugar más alto, se halla más expuesto, por ser vuestro antemural a los tiros del Tonante, y condenado a sufrir lo más duro de estos tormentos interminables? Donde no hay ningún bien que disputar, no puede alzarse en guerra facción alguna, pues nadie reclamará, seguramente, el bienestar del infierno; nadie tiene escasa participación en la pena actual, para codiciar por espíritu de ambición, otra más grande. Con esta ventaja, pues, para nuestra unión, esta fe ciega e indisoluble concordia, que no se conocerán mayores en el cielo, venimos ya a reclamar nuestra antigua herencia, más seguros de triunfar que si nos lo asegurase el triunfo mismo. Pero cuál sea el medio mejor, si la guerra abierta o la guerra oculta, ahora lo examinaremos; hable quien se sienta capaz de dar consejo.» (...)Labels: John Milton |
posted by Alfil @ 9:25 AM |
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