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Samuel Taylor Coleridge -The rime of the ancient mariner- Part IV-
Saturday, March 11, 2006
The rime of the ancient mariner
Samuel Taylor Coleridge (1772 -1834 )


Part IV

'I fear thee, ancient Mariner!
I fear thy skinny hand!
And thou art long, and lank, and brown,
As is the ribbed sea-sand.

I fear thee and thy glittering eye,
And thy skinny hand, so brown.'--
Fear not, fear not, thou Wedding-Guest!
This body dropt not down.

Alone, alone, all, all alone,
Alone on a wide wide sea!
And never a saint took pity on
My soul in agony.

The many men, so beautiful!
And they all dead did lie:
And a thousand thousand slimy things
Lived on; and so did I.

I looked upon the rotting sea,
And drew my eyes away
I looked upon the rotting deck,
And there the dead men lay

I looked to Heaven, and tried to pray;
But or ever a prayer had gusht,
A wicked whisper came, and made
My heart as dry as dust.

I closed my lids, and kept them close,
And the balls like pulses beat;
For the sky and the sea, and the sea and the sky
Lay like a load on my weary eye,
And the dead were at my feet.

The cold sweat melted from their limbs,
Nor rot nor reek did they:
The look with which they looked on me
Had never passed away.

An orphan's curse would drag to hell
A spirit from on high;
But oh! more horrible than that
Is the curse in a dead man's eye!
Seven days, seven nights saw that curse,
And yet I could not die.

The moving Moon went up the sky,
And no where did abide:
Softly she was going up,
And a star or two beside--

Her beams bemocked the sultry main,
Like April hoar-frost spread;
But where the ship's huge shadow lay,
The charm'ed water burnt alway
A still and awful red.

Beyond the shadow of the ship,
I watched the water-snakes:
They moved in tracks of shining white
And when they reared, the elfish light
Fell off in hoary flakes.

Within the shadow of the ship
I watched their rich attire:
Blue, glossy green, and velvet black,
Then coiled and swam; and every track
Was a flash of golden fire.

O happy living things! no tongue
Their beauty might declare:
A spring of love gushed from my heart,
And I blessed them unaware:
Sure my kind saint took pity on me,
And I blessed them unaware.

The self-same moment I could pray;
And from my neck so free
The Albatross fell off, and sank
Like lead into the sea.


Balada del viejo marino

PARTE CUARTA

"¡Me das miedo, viejo Marino!
¡Me da miedo tu mano descarnada!
Y eres alto y flaco y moreno
como la agrietada arena del mar.

Me dais miedo tú y tu mirar ardiente,
y esa mano tuya, tan huesuda y curtida".
"¡No temas, no, Invitado!
Este cuerpo no llegó a sucumbir.

¡Solo estuve, solo, siempre solo,
solo en el vasto mar inacabable!
Y nunca ningún santo se apiadó
de mi alma que moría.

Cuántos hombres hermosos
yacían allí muertos
mientras vivos seguían mil seres
viscosos; y yo también vivía.

Miré el mar corrompido
y aparté mi mirada;
miré la cubierta corroída
y allí estaban los muertos.

Miré al cielo e intenté rezar;
pero antes de que pudiera elevar la plegaria
vino hacia mí un susurro impío
que seco como el polvo dejó mi corazón.

Estuve un buen rato con los ojos cerrados
que, como si tuvieran pulso, palpitaban;
pues el cielo y el mar, el cielo y el mar
yacían cual carga en mis ojos cansados
y todos los muertos estaban a mis pies.

Un sudor frío surgía de sus miembros
que no se pudrían ni emanaban hedor:
la mirada con que se miraban
ni un solo instante me dejaba.

La maldición de un huérfano llevaría al infierno
a un espíritu bueno;
pero, ¡oh!, ¡es mucho más horrible
la maldición que anida en los ojos de un muerto!
Y vi esa maldición siete días y noches
y, sin embargo, no llegué a morir.

Escalaba el cielo la errante Luna
sin detenerse nunca:
flanqueada de una o dos estrellas
lentamente ascendía.

Se burlaban sus rayos del sofocante mar,
esparcidos como en Abril la escarcha blanquecina;
pero adonde llegaba la gran sombra del barco
las calmas aguas hervían hechizadas
con un rojo de espanto.

Contemplé las serpientes marinas
más allá de la sombra del barco:
avanzaban en estelas de fúlgido blancor
y cuando se erguían derramaban
su luz hechizada en copos níveos.

En la sombra del barco
contemplé sus ricos atavíos:
azul, verde brillante y negro terciopelo
se encogían, nadaban; y era cada estela
un vivo resplandor de aúreo fuego.

¡Qué felices seres vivos! No hay lengua
que pueda proclamar su hermosura:
una fuente de amor manó de mi corazón
y, sin querer, los bendije:
tuvo piedad de mí el ángel de la guarda
y, sin querer, los bendije.

Y pude rezar en aquel mismo instante;
y libre ya el Albatros
cayó de mi cuello e igual que plomo
se hundió en el mar.

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posted by Alfil @ 12:15 PM  
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