Lewis Carroll -The Walrus and the Carpenter- |
Sunday, March 26, 2006 |
The Walrus and the Carpenter Lewis Carroll (1832-1898)
`The sun was shining on the sea, Shining with all his might: He did his very best to make The billows smooth and bright -- And this was odd, because it was The middle of the night.
The moon was shining sulkily, Because she thought the sun Had got no business to be there After the day was done -- "It's very rude of him," she said, "To come and spoil the fun!"
The sea was wet as wet could be, The sands were dry as dry. You could not see a cloud, because No cloud was in the sky: No birds were flying over head -- There were no birds to fly.
The Walrus and the Carpenter Were walking close at hand; They wept like anything to see Such quantities of sand: "If this were only cleared away, "They said, "it would be grand!"
"If seven maids with seven mops Swept it for half a year, Do you suppose," the Walrus said, "That they could get it clear?" "I doubt it," said the Carpenter, And shed a bitter tear.
"O Oysters, come and walk with us! "The Walrus did beseech." A pleasant walk, a pleasant talk, Along the briny beach: We cannot do with more than four, To give a hand to each."
The eldest Oyster looked at him. But never a word he said: The eldest Oyster winked his eye, And shook his heavy head -- Meaning to say he did not choose To leave the oyster-bed.
But four young oysters hurried up, All eager for the treat: Their coats were brushed, their faces washed, Their shoes were clean and neat -- And this was odd, because, you know, They hadn't any feet.
Four other Oysters followed them, And yet another four; And thick and fast they came at last, And more, and more, and more -- All hopping through the frothy waves, And scrambling to the shore.
The Walrus and the Carpenter Walked on a mile or so, And then they rested on a rock Conveniently low: And all the little Oysters stood And waited in a row.
"The time has come," the Walrus said, "To talk of many things: Of shoes -- and ships -- and sealing-wax -- Of cabbages -- and kings -- And why the sea is boiling hot -- And whether pigs have wings."
"But wait a bit," the Oysters cried, "Before we have our chat; For some of us are out of breath, And all of us are fat!" "No hurry!" said the Carpenter. They thanked him much for that.
"A loaf of bread," the Walrus said, "Is what we chiefly need: Pepper and vinegar besides Are very good indeed -- Now if you're ready Oysters dear, We can begin to feed."
"But not on us!" the Oysters cried, Turning a little blue," After such kindness, that would be A dismal thing to do!" "The night is fine," the Walrus said "Do you admire the view?
"It was so kind of you to come! And you are very nice!" The Carpenter said nothing but" Cut us another slice: I wish you were not quite so deaf -- I've had to ask you twice!"
"It seems a shame," the Walrus said, "To play them such a trick, After we've brought them out so far, And made them trot so quick!" The Carpenter said nothing but" The butter's spread too thick!"
"I weep for you," the Walrus said. "I deeply sympathize. "With sobs and tears he sorted out Those of the largest size. Holding his pocket handkerchief Before his streaming eyes.
"O Oysters," said the Carpenter. "You've had a pleasant run! Shall we be trotting home again?" But answer came there none -- And that was scarcely odd, because They'd eaten every one.'
La Morsa y el Carpintero
¡Brillaba el sol sobre la mar! Con el fulgor implacable de sus rayos se esforzaba, denodado, por aplanar y alisar las henchidas ondas; y sin embargo, aquello era bien extraño pues era ya más de media noche.
La luna rielaba con desgana pues pensaba que el sol no tenía por qué estar ahí después de acabar el dia... ¡Qué grosero! --decia con un mohín, --¡venir ahora a fastidiarlo todo!
La mar no podía estar más mojada ni más secas las arenas de la playa; no se veía ni una nube en el firmamento porque, de hecho, no habict ninguna; tampoco surcaba el cielo un solo pájaro pues, en efecto, no quedaba ninguno.
La morsa y el carpintero se paseaban cogidos de la mano: lloraban, inconsolables, de la pena de ver tanta y tanta arena. ¡Si sólo la aclararan un poco, qué maravillosa sería la playa!
--Si siete fregonas con siete escobas la barrieran durante medio año, ¿te parece --indagó la morsa atenta-- que lo dejarían todo bien lustrado? --Lo dudo-- confesó el carpintero y lloró una amarga lágrima.
¡Oh ostras! ¡Venid a pasear con nosotros! requirió tan amable, la morsa. --Un agradable paseo, una pausada charla por esta playa salitrosa: mas no vengáis más de cuatro que más de la mano no podríamos.
Una venerable ostra le echó una mirada pero no dijo ni una palabra. Aquella ostra principal le guiñó un ojo y sacudió su pesada cabeza... Es gue quería decir que prefería no dejar tan pronto su ostracismo.
Pero otras cuatro ostrillas infantes se adelantaron ansiosas de regalarse: limpios los jubones y las caras bien lavadas los zapatos pulidos y brillantes; y esto era bien extraño pues ya sabéis que no tenían pies.
Cuatro ostras más las siguieron y aún otras cuatro más; por fin vinieron todas a una más y már y más... brincando por entre la espuma de la rompiente se apresuraban a ganar la playa.
La morsa y el carpintero caminaron una milla, más o menos, y luego reposaron sobre una roca de conveniente altura; mientras, las otras las aguardaban formando, expectantes, en fila.
--Ha llegado la hora --dijo la morsa-- de que hablemos de muchas cosas: de barcos... lacres... y zapatos; de reyes... y repollos... y de por qué hierve el mar tan caliente y de si vuelan procaces los cerdos.
--Pero ¡esperad un poco!-- gritaron las ostras y antes de charla tan sabrosa dejadnos recobrar un poco el aliento ¡que estamos todas muy gorditas! --¡No hay prisa!-- concedió el carpintero y mucho le agradecieron el respiro. --Una hogaza de pan --dijo la morsa--, es lo que principalmente necesitamos: pimienta y vinagre, además, tampoco nos vendrán del todo mal... y ahora, ¡preparaos, ostras queridas!, que vamos ya a alimentarnos.
--Pero, ¡no con nosotras!-- gritaron las ostras poniéndose un poco moradas; --¡que después de tanta amabilidad eso sería cosa bien ruin! --La noche es bella --admiró la morsa-- ¿no te impresiona el paisaje?
--¡Qué amables habéis sido en venir! iY qué ricas que sois todas! Poco decía el carpintero, salvo --¡Córtame otra rebanada de pan!, Y ojalá no estuvieses tan sordo que, ¡ya lo he tenido gue decir dos veces!
--¡Qué pena me da --exclamó la morsa-- haberles jugado esta faena! ¡Las hemos traído tan lejos y trotaron tanto las pobres! Mas el carpintero no decía nada, salvo --¡Demasiada manteca has untado!
--¡Lloro por vosotras!- gemía la morsa. --¡Cuánta pena me dais!-- seguía lamentando y entre lágrimas y sollozos escogía las de tamaño más apetecible; restañaba con generoso pañuelo esa riada de sentidos lagrimones.
--¡Oh, ostras!-- dijo al fin el carpintero. --¡Qué buen paseo os hemos dado!, ¿os parece ahora que volvamos a casita?-- Pero nadie le respondía... y esto sí que no tenía nada de extraño, pues se las habían zampado todas.Labels: Lewis Carroll |
posted by Alfil @ 6:11 PM |
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