Lewis Carroll -The hunting of the Snark- Fit the Fifth. The beaver's lesson- |
Sunday, March 26, 2006 |
The hunting of the Snark Lewis Carroll (1832-1898)
Fit the Fifth 5.The beaver's lesson
They sought it with thimbles, they sought it with care; They pursued it with forks and hope; They threatened its life with a railway-share; They charmed it with smiles and soap.
Then the Butcher contrived an ingenious plan For making a separate sally; And fixed on a spot unfrequented by man, A dismal and desolate valley.
But the very same plan to the Beaver occurred: It had chosen the very same place: Yet neither betrayed, by a sign or a word, The disgust that appeared in his face.
Each thought he was thinking of nothing but "Snark" And the glorious work of the day; And each tried to pretend that he did not remark That the other was going that way.
But the valley grew narrow and narrower still, And the evening got darker and colder, Till (merely from nervousness, not from goodwill) They marched along shoulder to shoulder.
Then a scream, shrill and high, rent the shuddering sky, And they knew that some danger was near: The Beaver turned pale to the tip of its tail, And even the Butcher felt queer.
He thought of his childhood, left far far behind-- That blissful and innocent state-- The sound so exactly recalled to his mind A pencil that squeaks on a slate!
"'Tis the voice of the Jubjub!" he suddenly cried. (This man, that they used to call "Dunce.") "As the Bellman would tell you," he added with pride, "I have uttered that sentiment once.
"'Tis the note of the Jubjub! Keep count, I entreat; You will find I have told it you twice. 'Tis the song of the Jubjub! The proof is complete, If only I've stated it thrice."
The Beaver had counted with scrupulous care, Attending to every word: But it fairly lost heart, and outgrabe in despair, When the third repetition occurred.
It felt that, in spite of all possible pains, It had somehow contrived to lose count, And the only thing now was to rack its poor brains By reckoning up the amount.
"Two added to one--if that could but be done," It said, "with one's fingers and thumbs!" Recollecting with tears how, in earlier years, It had taken no pains with its sums.
"The thing can be done," said the Butcher, "I think. The thing must be done, I am sure. The thing shall be done! Bring me paper and ink, The best there is time to procure."
The Beaver brought paper,portfolio, pens, And ink in unfailing supplies: While strange creepy creatures came out of their dens, And watched them with wondering eyes.
So engrossed was the Butcher, he heeded them not, As he wrote with a pen in each hand, And explained all the while in a popular style Which the Beaver could well understand.
"Taking Three as the subject to reason about-- A convenient number to state-- We add Seven, and Ten, and then multiply out By One Thousand diminished by Eight.
"The result we proceed to divide, as you see, By Nine Hundred and Ninety Two: Then subtract Seventeen, and the answer must be Exactly and perfectly true.
"The method employed I would gladly explain, While I have it so clear in my head, If I had but the time and you had but the brain-- But much yet remains to be said.
"In one moment I've seen what has hitherto been Enveloped in absolute mystery, And without extra charge I will give you at large A Lesson in Natural History."
In his genial way he proceeded to say (Forgetting all laws of propriety, And that giving instruction, without introduction, Would have caused quite a thrill in Society),
"As to temper the Jubjub's a desperate bird, Since it lives in perpetual passion: Its taste in costume is entirely absurd-- It is ages ahead of the fashion:
"But it knows any friend it has met once before: It never will look at a bride: And in charity-meetings it stands at the door, And collects--though it does not subscribe.
" Its flavor when cooked is more exquisite far Than mutton, or oysters, or eggs: (Some think it keeps best in an ivory jar, And some, in mahogany kegs:)
"You boil it in sawdust: you salt it in glue: You condense it with locusts and tape: Still keeping one principal object in view-- To preserve its symmetrical shape."
The Butcher would gladly have talked till next day, But he felt that the lesson must end, And he wept with delight in attempting to say He considered the Beaver his friend.
While the Beaver confessed, with affectionate looks More eloquent even than tears, It had learned in ten minutes far more than all books Would have taught it in seventy years.
They returned hand-in-hand, and the Bellman, unmanned (For a moment) with noble emotion, Said "This amply repays all the wearisome days We have spent on the billowy ocean!"
Such friends, as the Beaver and Butcher became, Have seldom if ever been known; In winter or summer, 'twas always the same-- You could never meet either alone.
And when quarrels arose--as one frequently finds Quarrels will, spite of every endeavor-- The song of the Jubjub recurred to their minds, And cemented their friendship for ever!
La caza del Snark
Canto quinto 5.La lección del castor
Lo buscaron con dedales, lo buscaron con cuidado. Lo persiguieron con tenedores y con esperanza. Lo amenazaron con una acción de los ferrocarriles. Lo cautivaron con sonrisas y jabón.
Entonces al carnicero se le ocurrió un ingenioso plan para hacer una incursión por su cuenta; y eligió un lugar poco frecuentado por el hombre: un lúgubre y desolado valle.
Pero al castor se le había ocurrido el mismísimo plan y había escogido el mismísimo lugar. Sin embargo, ninguno reveló, con gestos o con palabras, el disgusto que reflejaban sus caras.
Ambos tenían una única idea: el snark y la gloriosa tarea del día; y cada uno intentó aparentar que no se daba cuenta de que el otro iba por el mismo camino.
El valle comenzaba a estrecharse, y aún se estrechó más, y el atardecer se hizo más frío y oscuro, hasta que, debido a los nervios, no a su buena voluntad, terminaron por avanzar hombro con hombro.
Entonces, un alarido profundo y penetrante desgarró el estremecido cielo, y ellos supieron que algún peligro les acechaba. El castor palideció hasta la punta de su cola, ý hasta el carnicero sintió una extraña desazón.
Pensó en su infancia, dejada atrás ya hacía mucho, esa etapa inocente y feliz. El sonido le recordó vivamente el rechinar de un lápiz sobre la pizarra.
“Es la voz del chabchab”, gritó de repente el hombre a quien solían llamar zopenco. Y añadió con orgullo: “Como os diría el capitán, ya expresé mi opinión una vez.
“¡Es el canto del chabchab! Id contando, os lo suplico, y veréis que os o he dicho dos veces. “¡Es la canción del chabchab! La prueba es total, pues con ésta os lo he dicho tres veces.”
El castor había contado con escrupuloso cuidado, escuchando cada palabra; pero claramente se descorazonó y silbinchó [silbar+deshincharse] desesperado al oír la tercera repetición.
A pesar de los esfuerzos que aplicó al empeño, se dio cuenta de que había perdido al cuenta; y ahora lo único que podía hacer era exprimir sus pocos sesos y empezar a contar otra vez.
“Sumaré dos más uno, si es que sé hacerlo con los dedos y los pulgares”, se dijo, recordando con lágrimas en los ojos cómo años atrás había descuidado la aritmética.
“Eso puede hacerse”, dijo el carnicero. “Creo que ha de hacerse, estoy seguro. ¡Se hará! Tráeme la mejor tinta y papel que encuentres.”
El castor trajo papel, carpeta, plumas y tinta, para que no faltara de nada. Y mientras calculaban, extrañas criatura reptantes salían de sus madrigueras y les miraban con ojos de sorpresa.
El carnicero estaba tan absorto escribiendo, con una pluma en cada mano, que ni reparó en ellas, y se explicaba en un estilo tan sencillo que el castor comprendía muy bien.
“Tomaremos el tres como objeto de nuestro razonamiento; me parece un número muy conveniente. Tras sumarle siete y diez, lo multiplicaremos por mil menos ocho.
“Dividiremos, como verás, el producto por novecientos noventa y dos. Luego le restaremos diecisiete, y la respuesta debe ser exacta y perfectamente verdadera.
“Te explicaría encantado el método empleado, ahora que aún me acuerdo muy bien: pero ni tengo tiempo, ni tu tienes cerebro. ¡Y habría tanto que explicar!
“En un momento he desvelado lo que hasta ahora estaba envuelto en el misterio, y por el mismo precio te daré una lección de historia natural.”
Y siguió el carnicero con brillantez diciendo así, sin tener en cuenta las normas de urbanidad, pues olvidó que instruir sin haber sido presentados causaría un escalofrío en sociedad:
“El chabchab es un pájaro de temperamento desesperante, ya que vive en perpetua pasión. Sus gustos en el vestir son un completo absurdo; ¡va siglos por delante de la moda!
“Pero reconoce a cualquier amigo a quien haya visto anteriormente alguna vez. Nunca se dejaría sobornar. Y en los tés de caridad siempre se pone en la puerta a recoger los donativos, aunque no aporta nada de su bolsillo.
“Una vez guisado, su sabor es mucho más exquisito que el del cordero, las ostras o los huevos; algunos creen que se conserva mejor en un jarro de marfil, y otros, que en barrilillos de caoba.
“Se cuece en serrín, se sazona en pegamento y se espesa con saltamontes y cintas, sin olvidar nunca lo principal, que es preservar su forma simétrica.”
El carnicero hubiera seguido encantado hablando hasta el día siguiente, pero creyó que la lección debía terminar. Y lloró de alegría al intentar decir que consideraba al castor su amigo.
El castor, a su vez, confesó, con una afectuosa mirad, más elocuente que las lágrimas, que había aprendido en diez minutos más que lo que todos los libros le harían enseñado en setenta años.
Regresaron de la mano, y el capitán, momentáneamente desarmado por la noble emoción, dijo: “¡Esto compensa ampliamente los fatigosos días pasados sobre el ondulado océano!”
Amigos como lo llegaron a ser el castor y el carnicero, casi nunca se han conocido. Y fuese invierno o verano, jamás se veía a uno sin el otro.
Y cuando llegaban las riñas —pues siempre hay enfados por mucho que se intente evitarlos—, evocaban el canto del chabchab y se juraban eterna amistad.Labels: Lewis Carroll |
posted by Alfil @ 5:16 PM |
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