Roald Dahl -The three little pigs- |
Saturday, January 28, 2006 |
The three little pigs Roald Dahl (Wales, 1916-1990)
The animal I really dig, Above all others is the pig. Pigs are noble. Pigs are clever, Pigs are courteous. However, Now and then, to break this rule, One meets a pig who is a fool. What, for example, would you say, If strolling through the woods one day, Right there in front of you you saw A pig who'd built his house of STRAW? The Wolf who saw it licked his lips, And said, "That pig has had his chips." "Little pig, little pig, let me come in!" "No, no, by the hairs on my chinny-chin-chin!" "Then I'll huff and I'll puff and I'll blow your house in!"
The little pig began to pray, But Wolfie blew his house away. He shouted, "Bacon, pork and ham! Oh, what a lucky Wolf I am!" And though he ate the pig quite fast, He carefully kept the tail till last. Wolf wandered on, a trifle bloated. Surprise, surprise, for soon he noted Another little house for pigs, And this one had been built of TWIGS!
"Little pig, little pig, let me come in!" "No, no, by the hairs on my chinny-chin-chin!" "Then I'll huff and I'll puff and I'll blow your house in!"
The wolf said, "Okay, here we go!" He then began to blow and blow. The little pig began to squeal. He cried, "Oh Wolf, you've had one meal! Why can't we talk and make a deal? The Wolf replied, "Not on your nelly!" And soon the pig was in his belly. "Two juicy little pigs!" Wolf cried, "But still I'm not quite satisfied! I know how full my tummy's bulging, But oh, how I adore indulging." So creeping quietly as a mouse, The Wolf approached another house, A house which also had inside A little piggy trying to hide.
"You'll not get me!" the Piggy cried. "I'll blow you down!" the Wolf replied. "You'll need," Pig said, "a lot of puff, And I don't think you've got enough." Wolf huffed and puffed and blew and blew. The house stayed up as good as new. "If I can't blow it down," Wolf said, I'll have to blow it up instead. I'll come back in the dead of night And blow it up with dynamite!" Pig cried, "You brute! I might have known!" Then, picking up the telephone, He dialed as quickly as he could The number of red Riding Hood. "Hello," she said. "Who's speaking? Who? Oh, hello, Piggy, how d'you do?" Pig cried, "I need your help, Miss Hood! Oh help me, please! D'you think you could?" "I'll try of course," Miss Hood replied. "What's on your mind...?" "A Wolf!" Pig cried. "I know you've dealt with wolves before, And now I've got one at my door!" "My darling Pig," she said, "my sweet, That's something really up my street. I've just begun to wash my hair. But when it's dry, I'll be right there."
A short while later, through the wood, Came striding brave Miss Riding Hood. The Wolf stood there, his eyes ablaze, And yellowish, like mayonnaise. His teeth were sharp, his gums were raw, And spit was dripping from his jaw. Once more the maiden's eyelid flickers. She draws the pistol from her knickers. Once more she hits the vital spot, And kills him with a single shot. Pig, peeping through the window, stood And yelled, "Well done, Miss Riding Hood!"
Ah, Piglet, you must never trust Young ladies from the upper crust. For now, Miss Riding Hood, one notes, Not only has two wolfskin coats, But when she goes from place to place, She has a PIGSKIN TRAVELING CASE.
Los tres cerditos
El animal mejor que yo recuerdo es, con mucho y sin duda alguna, el cerdo. El cerdo es bestia lista, es bestia amable, es bestia noble, hermosa y agradable. Mas, como en toda regla hay excepción, también hay algún cerdo tontorrón. Dígame usted si no: ¿qué pensaría si, paseando por el Bosque un día, topara con un cerdo que trabaja haciéndose una gran casa... de paja? El Lobo, que esto vio, pensó: "Ese idiota debe estar fatal de la pelota...
"¡Cerdito, por favor, déjame entrar!". "¡Ay no, que eres el Lobo, eso ni hablar!". "¡Pues soplaré con más fuerza que el viento y aplastaré tu casa en un momento!".
Y por más que rezó la criatura el lobo destruyó su arquitectura. "¡Qué afortunado soy! -pensó el bribón-. ¡Veo la vida de color jamón!". Porque de aquel cerdito, al fin y al cabo, ni se salvó el hogar ni quedó el rabo. El Lobo siguió dando su paseo, pero un rato después gritó: "¿Qué veo? ¡Otro lechón adicto al bricolaje haciéndose una casa... de ramaje!
¡Cerdito, por favor, déjame entrar!". "¡Ay no, que eres el Lobo, eso ni hablar!". "¡Pues soplaré con más fuerza que el viento y aplastaré tu casa en un momento!".
Farfulló el Lobo: "¡Ya verás, lechón!", y se lanzó a soplar como un tifón. El cerdo gritó: "¡No hace tanto rato que te has desayunado! Hagamos un trato...". El Lobo dijo: "¡Harás lo que yo diga!". Y pronto estuvo el cerdo en su barriga. "No ha sido mal almuerzo el que hemos hecho, pero aún no estoy del todo satisfecho -se dijo el Lobo-. No me importaría comerme otro cochino a mediodía". De modo que, con paso subrepticio, la fiera se acercó hasta otro edificio en cuyo comedor otro marrano trataba de ocultarse del villano.
La diferencia estaba en que el tercero, de los tres era el menos majadero y que, por si las moscas, el muy pillo se había hecho la casa... ¡de ladrillo! "¡Conmigo no podrás!", exclamó el cerdo. "¡Tú debes de pensar que yo soy lerdo! -le dijo el Lobo-. ¡No habrá quien impida que tumbe de un soplido tu guarida!". "Nunca podrá soplar lo suficiente para arruinar mansión tan resistente", le contestó el cochino con razón, pues resistió la casa el ventarrón. "Si no la puedo hacer volar soplando, la volaré con pólvora... y andando", dijo la bestia, y el lechón sagaz que aquello oyó, chilló: "¡Serás capaz!" y, lleno de zozobra y de congoja, un número marcó: "¿Familia Roja?". "¡Aló! ¿Quién llama? -le contestó ella-. ¡Guarrete! ¿Cómo estás? Yo aquí, tan bella como acostumbro, ¿y tú?". "Caperu, escucha. Ven aquí en cuanto salgas de la ducha". "¿Qué pasa?", preguntó Caperucita. "Que el Lobo quiere darme dinamita, y como tú de Lobos sabes mucho, quizá puedas dejarle sin cartuchos". "¡Querido marranín, porquete guapo! Estaba proyectando irme de trapos, así que, aunque me da cierta pereza, iré en cuanto me seque la cabeza".
Poco después Caperu atravesaba el Bosque de este cuento. El Lobo estaba en medio del camino, con los dientes brillando cual puñales relucientes, los ojos como brasas encendidas, todo él lleno de impulsos homicidas. Pero Caperucita, -ahora de pie- volvió a sacarse el arma del corsé y alcanzó al Lobo en punto tan vital que la lesión le resultó fatal. El cerdo, que observaba ojo avizor, gritó: "¡Caperucita es la mejor!".
¡Ay, puerco ingenuo! Tu pecado fue fiarte de la chica del corsé. Porque Caperu luce últimamente no sólo dos pellizas imponentes de Lobo, sino un maletín de mano hecho con la mejor... ¡piel de marrano!
Versión de de Miguel AzaolaLabels: Roald Dahl |
posted by Alfil @ 10:36 AM |
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