T.S. Eliot -A song for Simeon- |
Wednesday, December 07, 2005 |
A song for Simeon Thomas Stearns Eliot (Gran Bretaña, 1888-1965)
Lord, the Roman hyacinths are blooming in bowls and The winter sun creeps by the snow hills; The stubborn season has made stand. My life is light, waiting for the death wind, Like a feather on the back of my hand. Dust in sunlight and memory in corners Wait for the wind that chills towards the dead land. Grant us thy peace. I have walked many years in this city,
Kept faith and fast, provided for the poor, Have given and taken honour and ease. There never went any rejected from my door. Who shall remember my house, where shall live my children's children When the time of sorrow is come? They will take to the goat's path, and the fox's home, Fleeing from the foreign faces and the foreign swords. Before the time of cords and scourges and lamentation
Grant us thy peace. Before the stations of the mountain of desolation, Before the certain hour of maternal sorrow, Now at this birth season of decease, Let the Infant, the still unspeaking and unspoken Word, Grant Israel's consolation To one who has eighty years and no tomorrow.
According to thy word. They shall praise Thee and suffer in every generation With glory and derision, Light upon light, mounting the saints' stair. Not for me the martyrdom, the ecstasy of thought and prayer, Not for me the ultimate vision. Grant me thy peace. (And a sword shall pierce thy heart, Thine also).
I am tired with my own life and the lives of those after me, I am dying in my own death and the deaths of those after me. Let thy servant depart, Having seen thy salvation.
Cántico de Simeón
Oh Señor, los jacintos romanos florean en los tiestos Y el sol de invierno asoma por los nevados montes; La estación obstinada ceja en su porfía Mi vida vana espera el viento de la muerte Como pluma en el dorso de la mano. En soleados rincones, la memoria del polvo Espera el viento helado que sopla hacia el desierto.
Concédenos tu paz. He caminado mucho entre estos muros, He observado el ayuno y la fe, he velado por los pobres, He dado y recibido honores, bienestar... Nadie fue nunca echado de mi puerta. ¿Quién va a acordarse de mi casa? ¿Dónde vivirán Los hijos de mis hijos cuando llegue la hora del dolor? Tomarán el sendero de la cabra, la cueva de la zorra, Para ponerse a salvo de extraños rostros y de extrañas armas.
Antes del día de la soga, del azote y el gemido, Concédenos tu paz. Antes de la hora del monte desolado, Antes de la hora del materno dolor, En esta hora del nacimiento y de la muerte, Deja que sea el Niño, el Verbo no dicho aunque sobrentendido, Quien dé el consuelo de Israel A éste que tiene ochenta años y ningún mañana.
Conforme a tu promesa, Ha de penar quien te honre en cada generación, Con gloria y con escarnio, luz tras luz, Ascendiendo la escala de los santos. No para mí el martirio, el éxtasis de la meditación y la plegaria, Ni la postrer visión. Concédeme tu paz. (Y una espada ha de herir tu corazón, También el tuyo.)
Estoy cansado de mi propia vida y de la de quienes han de vivir. Yo muero de mi propia muerte y de la de quienes han de morir. Haz que al partir tu siervo Vea tu salvación.
Versión de José Luis RivasLabels: T.S. Eliot |
posted by Alfil @ 3:07 PM |
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