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Allen Ginsberg -Sunflower sutra-
Saturday, October 15, 2005
Sunflower sutra
Allen Ginsberg (1926 - 1997)

I walked on the banks of the tincan banana dock and sat down under the huge shade of a Southern Pacific locomotive to look at the sunset over the box house hills and cry.
Jack Kerouac sat beside me on a busted rusty iron pole, companion, we thought the same thoughts of the soul, bleak and blue and sad-eyed, surrounded by the gnarled steel roots of trees of machinery.
The oily water on the river mirrored the red sky, sun sank on top of final Frisco peaks, no fish in that stream, no hermit in those mounts, just ourselves rheumy-eyed and hungover like old bums on the riverbank, tired and wily.
Look at the Sunflower, he said, there was a dead gray shadow against the sky, big as a man, sitting dry on top of a pile of ancient sawdust —
— I rushed up enchanted — it was my first sunflower, memories of Blake — my visions — Harlem and Hells of the Eastern rivers, bridges clanking Joes Gresy Sandwiches, dead baby carriages, black treadless tires forgotten and unretreaded, the poem of the riverbank, condoms & pots, steel knives, nothing stainless, only the dank muck and the razor sharp artifacts passing into the past — and the gray Sunflower poised against the sunset, crackly bleak and dusty with the smut and smog and smoke of olden locomotives in its eye — corolla of bleary spikes pushed down and broken like a battered crown, seeds fallen out of its face, soon-to-be-toothless mouth of sunny air, sunrays obliterated on its hairy head like a dried wire spiderweb,
leaves stuck out like arms out of the stem, gestures from the sawdust root, broke pieces of plaster fallen out of the black twigs, a dead fly in its ear,
Unholy battered old thing you were, my sunflower O my soul, I loved you then!
The grime was no man's grime but death and human locomotives, all that dress of dust, that veil of darkened railroad skin, that smog of cheek, that eyelid of black mis'ry, that sooty hand or phallus or protuberance of artificial worse-than-dirt—industrial—modern —all that civilization spotting your crazy golden crown — and those blear thoughts of death and dusty loveless eyes
and ends and withered roots below, in the home- pile of sand and sawdust, rubber dollar bills,
skin of machinery, the guts and innards of the weeping coughing car, the empty lonely tincans
with their rusty tongues alack, what more could
I name, the smoked ashes of some cock cigar,
the cunts of wheelbarrows and the milky breasts
of cars, wornout asses out of chairs & sphincters
of dynamos — all these
entangled in your mummied roots — and you there standing
before me in the sunset,
all your glory in your form!
A perfect beauty of a sunflower! a perfect excellent lovely
sunflower existence! a sweet natural eye to the
new hip moon, woke up alive and excited
grasping in the sunset shadow sunrise golden
monthly breeze!
How many flies buzzed round you innocent of your
grime, while you cursed the heavens of the
railroad and your flower soul?
Poor dead flower? when did you forget you were a flower?
when did you look at your skin and decide you
were an impotent dirty old locomotive? the
ghost of a locomotive? the specter and shade of
a once powerful mad American locomotive?
You were never no locomotive, Sunflower, you were a sunflower!
And you Locomotive, you are a locomotive, forget me not!
So I grabbed up the skeleton thick sunflower and stuck it
at my side like a scepter,
and deliver my sermon to my soul, and Jack's soul too,
and anyone who'll listen,
— We're not our skin of grime, we're not our dread bleak
dusty imageless locomotive, we're all beautiful
golden sunflowers inside, we're blessed by our
own seed & golden hairy naked accomplishment-
bodies growing into mad black formal sunf-
lowers in the sunset, spied on by our eyes under
the shadow of the mad locomotive riverbank
sunset Frisco hilly tincan evening sitdown vision.

Berkeley 1955


Sutra del Girasol

Caminé por las orillas del muelle de latas y bananas y me senté bajo la inmensa sombra de una locomotora de la Southern Pacific para observar el ocaso sobre las colinas de casas como cajas de zapatos y llorar.
Jack Kerouac estaba sentado junto a mí sobre un poste de hierro, roto y herrumbroso, compañero, pensábamos los mismos pensamientos del alma, desolados y sombríos y con la mirada triste, rodeados por las nudosas raíces de acero de árboles de maquinaria.
La aceitosa agua del río reflejaba el cielo enrojecido, el sol se hundió sobre los picos finales de Frisco, no hay peces en ese arroyo, no hay ermitaño en esos montes, tan sólo nosotros mismos con ojos legañosos y resaca como viejos vagabun-dos en la ribera del río, cansados y taimados.
Fíjate en el Girasol, dijo él, había una sombra gris y muerta recortándose contra el cielo, grande como un hombre, erguida seca en lo alto de una montaña de viejísimo serrín —
— Subí encantado atropelladamente — era mi primer girasol, recuerdos de Blake — mis visiones — Harlem e Infiernos de los ríos del Este, puentes campaneantes Grasientos Sandwiches de Joe, difuntos coches de niño, ruedas negras y sin dibujo olvidadas y sin recauchutar, el poema de la ribera, condones & cacerolas, cuchillos de acero, nada inoxidable, sólo el hediondo cieno y los artefactos afilados como cuchillas en tránsito hacia el pasado —
y el Girasol gris apostado contra el ocaso, resquebrajable desolado y polvoriento co el tizne y la contaminación y el humo de antiguas locomotoras en su ojo —
corola de indistintas púas dobladas y rotas como una corona machacada, las semillas caídas de su faz, boca que prontamente estará desdentada de soleado aire, rayos de
sol obliterados sobre su peluda cabeza como una reseca
tela de araña de alambre,
hojas extendidas como brazos saliendo del tallo, gesticulaciones de la
raíz de serrín, trozos rotos de yeso caídos de las negras ramitas,
una mosca muerta en su oreja,
Qué cosa impía y machacada eras, mi Girasol. ¡Oh mi alma, te amé entonces!
La mugre no era mugre de hombre alguno sino muerte y humanas locomotoras,
todo aquel traje de polvo, aquel velo de oscurecida piel de vía férrea, aquella polución de la mejilla, aquel párpado de negra miseria, aquella enhollinada mano o falo o protuberancia de algo artificial peor que la mugre — industrial — moderno— toda aquella civilización moteando tu delirante áurea corona —
y aquellos desolados pensamientos de muerte y polvorientos ojos sin
amor y extremos y raíces resecas debajo, en el amontona-
miento-hogar de arena y serrín, billetes de a dólar de
goma, pellejas de maquinaria, las tripas y entrañas del
sollozante y doliente automóvil, las vacías y solitarias latas
con sus oxidadas lenguas ¡ay!, qué más podría yo citar, las
ahumadas cenizas de algún cigarro pene, los coños de las
carretillas y los lechosos pechos de los automóviles, culos
desgastados de sillas & esfínteres de dinamos — todos
éstos enredados entre tus momificadas raíces — ¡y tú ahí
erguido ante mí en la puesta del sol, toda tu gloria en tu forma!
¡Una perfecta muestra de belleza de girasol! ¡una perfecta excelente adorable existencia de girasol! ¡un dulce ojo natural para la nueva luna enrollada despertó vivo y excitado aferrando en las sombras del ocaso la mensual brisa dorada del amanecer!
¿Cuántas moscas zumbaron a tu alrededor inocentes de tu mugre,
mientras maldecías a los cielos del ferrocarril y de tu alma de flor?
¿Pobre flor muerta? ¿cuándo olvidaste que eras una flor? ¿cuándo miraste tu piel y decidiste que eras una sucia y vieja locomotora impotente? ¿el fantasma de una locomotora? ¿el espectro y la sombra de una otrora poderosa y demente locomotora americana?
Jamás fuiste una locomotora, Girasol, ¡fuiste un girasol!
Y tú locomotora, tú eres una locomotora, ¡no olvides lo que te digo!
De modo que arranqué el girasol delgado como un esqueleto
y lo sujeté a mi costado como un cetro,
y entono mi sermón frente a mi alma, y también frente a la de Jack,
y de la de quienquiera que desee oírlo,
— No somos nuestra piel mugrienta, no somos nuestra desolada terrible
polvorienta locomotora sin imagen, todos somos
hermosísimos girasoles dorados en nuestro interior,
estamos benditos por nuestra propia semilla & nuestros
dorados y peludos desnudos cuerpos de logro que crecen
para transformarnos en dementes girasoles formales en el ocaso,
espiados por nuestros ojos bajo la sombra de la loca locomotora
ocaso de ribera en Frisco visión colínica de latas al anochecer sentados.

Berkeley, 1955

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posted by Alfil @ 11:57 AM  
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