Geoffrey Hill -Genesis- |
Sunday, September 11, 2005 |
Genesis Geoffrey Hill (Gran Bretaña, 1932- )
I Against the burly air I strode Crying the miracles of God.
And first I brought the sea to bear Upon the dead weight of the land; And the waves flourished at my prayer, The rivers spawned their sand.
And where the streams were salt and full The tough pig-headed salmon strove, Ramming the ebb, in the tide's pull, To reach the steady hills above.
II The second day I stood and saw The osprey plunge with triggered claw, Feathering blood along the shore, To lay the living sinew bare.
And the third day I cried: "Beware The soft-voiced owl, the ferret's smile, The hawk's deliberate stoop in air, Cold eyes, and bodies hooped in steel, Forever bent upon the kill."
III And I renounced, on the fourth day, This fierce and unregenerate clay, Building as a huge myth for man The watery Leviathan,
And made the long-winged albatross Scour the ashes of the sea Where Capricorn and Zero cross, A brooding immortality - Such as the charmed phoenix had In the unwithering tree.
IV The phoenix burns as cold as frost; And, like a legendary ghost, The phantom-bird goes wild and lost, Upon a pointless ocean tossed.
So, the fifth day, I turned again To flesh and blood and the world's pain.
V On the sixth day, as I rode In haste about the works of God, With spurs I plucked the horse's blood.
By blood we live, the hot, the cold, To ravage and redeem the world: There is no bloodless myth will hold.
And by Christ's blood are men made free Though in close shrouds their bodies lie Under the rough pelt of the sea;
Though Earth has rolled beneath her weight The bones that cannot bear the light.
Génesis
I Contra el aire fornido afiancé el paso gritando los milagros del Señor.
Y lo primero fue obligar al mar a sostener el peso de la tierra; y al oír mi plegaria, las olas florecieron, los ríos desovaron sus arenas.
Y en los ríos colmados y salinos el duro y obstinado salmón se desveló por alcanzar los montes apacibles venciendo la corriente y el golpe de las aguas.
II En el segundo día me levanté y miré al águila abatirse con garras extendidas, salpicando de plumas sangrientas la ribera hasta dejar desnudo el tendón palpitante.
Y al tercer día proclamé: "Temed la suave voz de la lechuza, la mueca del hurón, el arco intencionado del halcón en el aire, y el frío de sus ojos y el metal de sus cuerpos, para siempre entregados a la presa".
III Y al cuarto día, renuncié a esta feroz e impenitente arcilla, al tiempo que erigía el Leviatán acuoso como un inmenso mito para el hombre,
y al albatros, de largas alas, le hice blanquear la ceniza de los mares donde se cruzan Cero y Capricornio, una inmortalidad meditabunda como la que posee el hechizado fénix en el árbol inmarchitable.
IV El fénix arde, frío como la escarcha; semejante a un espectro legendario, el pájaro-fantasma escapa y se extravía, volteado sobre un mar anodino.
Así, en el quinto día retorné a la carne y la sangre y al dolor de la sangre.
V Y al sexto día, mientras cabalgaba impaciente entre las obras de Dios, con espuelas saqué la sangre del caballo.
Por la sangre vivimos, la fría, la caliente, para asolar y redimir al mundo: no hay mito que sin sangre se mantenga. Por la sangre de Cristo se liberan los hombres aunque sus cuerpos yazcan en sudarios bajo el pellejo áspero del mar;
aunque la tierra envuelva en sus entrañas los huesos incapaces de soportar la luz.
Versión de Jordi DoceLabels: Geoffrey Hill |
posted by Alfil @ 11:51 PM |
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