John Keats -Fancy- |
Saturday, June 18, 2005 |
Fancy John Keats (1795-1821)
Ever let the Fancy roam, Pleasure never is at home: At a touch sweet Pleasure melteth, Like to bubbles when rain pelteth; Then let winged Fancy wander Through the thought still spread beyond her: Open wide the mind's cage-door, She'll dart forth, and cloudward soar. O sweet Fancy! let her loose; Summer's joys are spoilt by use, And the enjoying of the Spring Fades as does its blossoming; Autumn's red-lipp'd fruitage too, Blushing through the mist and dew, Cloys with tasting: What do then? Sit thee by the ingle, when The sear faggot blazes bright, Spirit of a winter's night; When the soundless earth is muffled, And the caked snow is shuffled From the ploughboy's heavy shoon; When the Night doth meet the Noon In a dark conspiracy To banish Even from her sky. Sit thee there, and send abroad, With a mind self-overawed, Fancy, high-commission'd:--send her! She has vassals to attend her: She will bring, in spite of frost, Beauties that the earth hath lost; She will bring thee, all together, All delights of summer weather; All the buds and bells of May, From dewy sward or thorny spray; All the heaped Autumn's wealth, With a still, mysterious stealth: She will mix these pleasures up Like three fit wines in a cup, And thou shalt quaff it:--thou shalt hear Distant harvest-carols clear; Rustle of the reaped corn; Sweet birds antheming the morn: And, in the same moment--hark! 'Tis the early April lark, Or the rooks, with busy caw, Foraging for sticks and straw. Thou shalt, at one glance, behold The daisy and the marigold; White-plumed lilies, and the first Hedge-grown primrose that hath burst; Shaded hyacinth, alway Sapphire queen of the mid-May; And every leaf, and every flower Pearled with the self-same shower. Thou shalt see the fieldmouse peep Meagre from its celled sleep; And the snake all winter-thin Cast on sunny bank its skin; Freckled nest-eggs thou shalt see Hatching in the hawthorn-tree, When the hen-bird's wing doth rest Quiet on her mossy nest; Then the hurry and alarm When the beehive casts its swarm; Acorns ripe down-pattering While the autumn breezes sing. O sweet Fancy! let her loose; Every thing is spoilt by use: Where 's the cheek that doth not fade, Too much gazed at? Where 's the maid Whose lip mature is ever new? Where 's the eye, however blue, Doth not weary? Where 's the face One would meet in every place? Where 's the voice, however soft, One would hear so very oft? At a touch sweet Pleasure melteth Like to bubbles when rain pelteth. Let, then, winged Fancy find Thee a mistress to thy mind: Dulcet-eyed as Ceres' daughter, Ere the God of Torment taught her How to frown and how to chide; With a waist and with a side White as Hebe's, when her zone Slipt its golden clasp, and down Fell her kirtle to her feet, While she held the goblet sweet, And Jove grew languid.--Break the mesh Of the Fancy's silken leash; Quickly break her prison-string, And such joys as these she'll bring.-- Let the winged Fancy roam, Pleasure never is at home.
La Fantasía
Deja siempre vagar la fantasía, nunca el placer se encuentra en nuestra casa; dulce el placer se funde con tocarlo tal las burbujas si la lluvia cae. Deja que la alada fantasía entonces vague por el pensamiento dejándolo atrás, abre del todo la puerta de la jaula de tu mente y se alzará encumbrándose a las nubes. ¡Oh dulce fantasía! Quede libre. Todas las alegrías del verano, todas se estropean con el uso, y el goce que la primavera trae como su floración se desvanece; los frutos otoñales que, de rojos labios, vemos llenarse de rubor a través de la niebla y el rocío, también con su sabor nos empalagan. ¿Qué podemos hacer entonces? Siéntate cerca del fuego cuando el seco tronco, alma de una noche de invierno, arde en llamas brillantes, cuando muda se emboza la tierra y el joven campesino arrastra lentamente la endurecida nieve adherida a sus pesadas botas, cuando noche y mediodía se unen en oscura conspiración para impedir que ocupe la tarde su lugar propio en el cielo. Siéntate allí, y en tanto que tu mente se amedrenta, en noble cometido la fantasía envía fuera. ¡Envíala!, dispone de vasallos que le sirvan. Traerá, no obstante la escarcha, bellezas que la tierra ha perdido, traerá para ti, todas a un tiempo, delicias que son propias del verano: todas las campanillas y capullos que en mayo brotan de espinosas ramas o en el pasto mojado de rocío; toda la abundancia que el otoño amontona con inquieta y misteriosa cautela: mezclará estos placeres cual si fueran tres vinos apropiados que tú habrás de beber en una copa. Oirás, claro y distante, la alegre canción de la cosecha, ya segado crujir el trigo, a los dulces pájaros entonando un himno a la mañana. Y en ese momento mismo ¡escucha!: es la primera alondra de abril, o las grajas que graznan ocupadas en la busca de paja y de palitos. Contemplarás con sólo una mirada caléndulas y margaritas, blancos y empenachados lirios, y la prímula primera que ha abierto en el seto, el jacinto que gusta de la sombra y, color de zafiro, es siempre el rey de mediados de mayo, y cada hoja y cada flor que una misma lluvia ha cubierto de perlas. Verás magros ratoncillos de campo asomarse tras de su sueño debajo de la tierra, y a la serpiente que ha adelgazado el invierno mudar en una cuesta soleada de piel, y huevecillos moteados verás entre las ramas de espino incubándose, el ala de la madre tranquila reposando sobre el nido de musgo, la alarma también, la prisa cuando la colmena arroja su enjambre de abejas, bellotas que maduras van cayendo mientras cantan las brisas del otoño.
¡Oh dulce fantasía! Quede libre. Todo se estropea con el uso. ¿Dónde está la mejilla que por mucho que se contemple nunca se marchita? ¿En dónde la doncella cuyos labios maduros siempre sean algo nuevo? ¿Dónde los ojos, aunque muy azules, que no cansen? ¿En dónde el rostro con el que se encontraría uno en todas partes? ¿Dónde, aunque muy dulce, la voz que uno oiría a todas horas? Dulce el placer se funde con tocarlo tal las burbujas si la lluvia cae. Deja pues, que la alada fantasía encuentre a la amada que imagina tu mente, que los ojos tenga dulces como la hija de la diosa Ceres antes que el Dios de los Tormentos le enseñe a fruncir el entrecejo y a mostrarse enojada, con un talle y caderas tan blancas como Hebe cuando a los pies se le cayó la túnica, libre su cinto del dorado broche, mientras la dulce copa sostenía delante del languideciente Júpiter. Rompe las hebras de ese cordel de seda que a la fantasía ata, rompe veloz de su prisión los hilos y te traerá alegrías como éstas. Deja siempre vagar la fantasía, nunca el placer se encuentra en nuestra casa.
Versión de Rafael LobarteLabels: John Keats |
posted by Alfil @ 5:28 AM |
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