Robert Lowell -Visitors- |
Monday, May 02, 2005 |
Visitors Robert Lowell (EEUU, 1917-1977)
To no good they enter at angles and on the run- two black venicals are suddenly in blue serge, or the police doing double-duty. They comb our intimate, messy bedroom, scrutinize worksheets illegibJe with second-thoughts, then shed them in their stride, as if they owned the room. They do. They crowd me and scatter-inspecting my cast-off clothes for clues? They are fat beyond the call of duty- with jocose civility, they laugh at everything I say: "Yesterday I was thiny-two, a threat to the establishment because I was young." The bored woman sergeant is amused by the tiger-toothed samurai grinning on a ]apanese hanging- "What would it cost? Where could I buy one?"
I can see through the moonlit dark; on the grassy London square, black cows ruminate in uniform, lowing routinely like a chainsaw. My visitors are good beef, they too make One falsely feel the earth is solid, as they hurry to secretly telephone from their ambulance. Click, click, click, goes the red, blue, and white light burning with aristocratic negligence- so much busywork. When they regroup in my room, I know their eres have never left their watches. "Come on, sir." "Easy, sir." "Dr. Brown will be here in ten minores, sir." Instead, a metal chair unfolds into a stretcher. I Lie secured there, but for my skipping mind. They keep bustling. "Where you are going, Professor, you Won't need your Dante." What will 1 need there? Is that a handcuff ranling in a pocket?
I follow my own removal, stiffly gratefully even, but without feeling. Why has my talkative teasing tongue stopped talking? My detachment must be paid for, tomorrow will be worse than today, heaven and hell will be the same- to wait in foreboding without the nourishment of drama... assuming, then as now, this didn't happen to me- my little strip of eterniry.
Visitantes
Sin ningún buen propósito cruzan corriendo por mi dormitorio dos líneas negras, largas, verticales, que muy rápidamente se convierten en cuatro: se trata de los chóferes de la ambulancia, con su uniforme azul, o quizá policías haciendo doble turno. Registran nuestro cuarto, desordenado e íntimo, escrutan mis cuadernos de trabajo, a los que mis continuas correcciones han tornado ilegibles, y los desechan en ese recorrido por nuestra habitación, como si fuesen dueños de nuestro dormitorio. Eso es lo que ellos hacen. Me atosigan primero y después se dispersan... ¿Inspeccionan, quizá, buscando pruebas, mi esparcida ropa por el suelo? Están ellos más gordos de lo que sus deberes les exige... Con cortesía burlona ellos se ríen de todo cuanto digo: " Ayer tenía yo treinta y dos años, una amenaza para la autoridad al ser todavía joven." La aburrida sargenta se entretiene mirando al samurai risueño de colmillos de tigre, que muestra la pintura japonesa colgada de la pared del cuarto... "¿Cuánto costará esto? ¿Dónde podría yo conseguir otra?"
Si la luna ilumina la oscuridad, yo puedo ver a través de ella..., ver una hermosa plaza londinense en donde uniformadas vacas negras mugen, rumian con la rutina de las motosierras... Mis visitantes son una buena carne de res para banquetes, hacen que falsamente uno perciba que está la tierra bien fundamentada, mientras secretamente se dan prisa a telefonear desde sus ambulancias. Click, click, click, hacen las luces azules, blancas, rojas, mientras brillan con una negligencia aristocrática... ¡Cuantísimo trabajo! Cuando a mi habitación vuelven todos juntos, estoy seguro de que su mirada no se ha apartado ni por un segundo de sus propios relojes. "Con cuidado, señor, más despacio, señor." "Señor, el doctor Brown estará aquí dentro de diez minutos." Mas en lugar de eso una silla metálica se despliega en camilla. Estoy tumbado en ella y bien atado, pero no así mi mente que va de idea a idea. Ellos siguen moviéndose. "En el sitio al que vamos, Profesor, a llevarle no va a necesitar ninguna obra de Dante." ¿Qué necesitaré entonces en tal sitio? ¿Son quizá las esposas ese ruido que escucho en sus bolsillos?
Sigo con atención el modo del traslado, rígido, incluso agradecido, pero sin sentimientos. ¿Por qué ha enmudecido mi charlatana lengua, tan amiga de bromas? Alguien debe pagar por alienarme y mañana será peor que ahora, el cielo y el infierno me parecen lo mismo... Debo esperar premonitoriamente, sin sacar beneficios de este drama..., suponiendo, lo mismo antes que ahora, que esto no me ha ocurrido... Es mi porción de eternidad pequeña.
Versión de Luis Javier Moreno Labels: Robert Lowell |
posted by Alfil @ 8:12 PM |
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