Robert Lowell -Relinquunt Omnia Servare Rem Publicam- |
Monday, May 02, 2005 |
Relinquunt Omnia Servare Rem Publicam Robert Lowell (EEUU, 1917-1977)
The old South Boston Aquarium stands in a Sahara of snow now. Its broken windows are boarded. The bronze weathervane cod has lost half its scales. The airy tanks are dry.
Once my nose crawled like a snail on the glass; my hand tingled to burst the bubbles drifting from the noses of the cowed, compliant fish.
My hand draws back. I often sigh still for the dark downward and vegetating kingdom of the fish and reptile. One morning last March, I pressed against the new barbed and galvanized
fence on the Boston Common. Behind their cage, yellow dinosaur steamshovels were grunting as they cropped up tons of mush and grass to gouge their underworld garage.
Parking spaces luxuriate like civic sandpiles in the heart of Boston. A girdle of orange, Puritan-pumpkin colored girders braces the tingling Statehouse,
shaking over the excavations, as it faces Colonel Shaw and his bell-cheeked Negro infantry on St. Gaudens' shaking Civil War relief, propped by a plank splint against the garage's earthquake. Two months after marching through Boston, half the regiment was dead; at the dedication, William James could almost hear the bronze Negroes breathe. Their monument sticks like a fishbone in the city's throat. Its Colonel is as lean as a compass-needle. He has an angry wrenlike vigilance, a greyhound's gently tautness; he seems to wince at pleasure, and suffocate for privacy. He is out of bounds now. He rejoices in man's lovely, peculiar power to choose life and die-- when he leads his black soldiers to death, he cannot bend his back. On a thousand small town New England greens, the old white churches hold their air of sparse, sincere rebellion; frayed flags quilt the graveyards of the Grand Army of the Republic. The stone statues of the abstract Union Soldier grow slimmer and younger each year-- wasp-waisted, they doze over muskets and muse through their sideburns . . . Shaw's father wanted no monument except the ditch, where his son's body was thrown and lost with his "niggers." The ditch is nearer. There are no statues for the last war here; on Boylston Street, a commercial photograph shows Hiroshima boiling over a Mosler Safe, the "Rock of Ages" that survived the blast. Space is nearer. When I crouch to my television set, the drained faces of Negro school-children rise like balloons. Colonel Shaw is riding on his bubble. he waits for the blessèd break. The Aquarium is gone. Everywhere, giant finned cars nose forward like fish; a savage servility slides by on grease.
Relinquunt Omnia Servare Rem Publicam
El viejo Aquarium de Boston permanece en un Sahara de nieve ahora. Sus quebradas ventanas están enmaderadas. El pescado de la veleta de bronce perdió la mitad de sus escamas. El tanque aéreo esta seco.
Una vez mi nariz se arrastró como un caracol en el vidrio; mis manos rascaron hasta reventar las burbujas errantes de las narices de los intimidados, sumisos peces. Mis manos retrocedieron. Muchas veces continué dando un vistazo por las oscuras inclinaciones del vegetante reino de peces y reptiles. Una mañana del último marzo, me apreté contra la cerca de púas nuevas y galvanizadas
en el Boston Common. Detrás de su celda, las palas mecanicas gruñían como dinosaurios amarillos cuando recogían toneladas de musgo y hierbas al vaciar el bajo mundo de su garage.
Estacionamientos de espacios lujuriosos como cívica almohada de arena en el corazón de Boston. Un cinturón naranja, calabaza Puritana coloreando las trabas de las vigas en la hormigueante Casa de Gobierno;
sacudiéndose sobre la excavación, como si las caras del Coronel Shaw y su infantería de Negros con cachetes como campana sacudieran la calle Gauden con el consuelo de la Guerra civil; extensa tabla apropiada para servir de astilla contra el terremoto del garage. Dos meses después de marchar a través de Boston, medio regimiento fue muerto; en la conmemoración William James casi pudo escuchar la respiración de bronce de los negros. Las varas del monumento como espina de pescado en el cuello de la ciudad y su Coronel como una delgada aguja de brújula. Tiene la encolerizada vigilancia de un pájaro, de un galgo dulcemente tieso; que al parecer retrocede ante el placer y se sofoca por privacidad. Está fuera de ataduras ahora. Se regocija en el hombre cariñoso; peculiar poder para escoger vida y muerte; cuando lideraba sus negros soldados hacia la muerte, no podía doblar la espalda. En miles de pequeños pueblos de la verde New England las viejas iglesias sostuvieron el pelo de la desparramada, sincera rebelión; raídas banderas acolchando el cementerio de la Gran Armada de la República. Las estatuas de piedra de la abstracta Unión de Soldados crecen delgadas y jóvenes cada año- cinturas de avispas, dormitan sobre mosquetes y meditan a través de las patillas de ellos... El padre de Shaw no quería un monumento excepto la zanja donde el cuerpo de su hijo fue arrojado y extraviado con sus “negros.” La zanja está cerca. No hay estatuas de la última guerra aquí; en la calle Boylon, un fotógrafo comercial muestra una derretida Hiroshima
sobre Mosler Safe, la “Roca de las Edades” que sobrevivió a la explosión. El lugar esta cercano. Cuando me acuclille hacia mi equipo televisivo las secas caras de los niños de la Escuela de Negros surgieron como balón. El coronel Shaw cabalga en su ilusión. Espera la bendición del descanso. El Aquarium se ha ido. Por todos lados automóviles gigantes con aletas y hocico como pez; un bárbaro servilismo resbala entre la grasa. Versión de Raúl RacedoLabels: Robert Lowell |
posted by Alfil @ 3:23 PM |
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