Philip Larkin -To the sea- |
Wednesday, May 25, 2005 |
To the sea Philip Larkin (England, 1922-1985)
To step over the low wall that divides Road from concrete walk above the shore Brings sharply back something known long before - The miniature gaiety of seasides. Everything crowds under the low horizon: Steep beach, blue water, towels, red bathing caps, The small hushed waves' repeated fresh collapse Up the warm yellow sand, and further off A white steamer stuck in the afternoon -
Still going on, all of it, still going on! To lie, eat, sleep in hearing of the surf (Ears to transistors, that sound tame enough Under the sky), or gently up and down Lead the uncertain children, frilled in white And grasping at enormous air, or wheel The rigid old along for them to feel A final summer, plainly still occurs As half an annual pleasure, half a rite,
As when, happy at being on my own, I searched the sand for Famous Cricketers, Or, farther back, my parents, listeners To the same seaside quack, first became known. Strange to it now, I watch the cloudless scene: The same clear water over smoothed pebbles, The distant bathers' weak protesting trebles Down at its edge, and then the cheap cigars, The chocolate-papers, tea-leaves, and, between
The rocks, the rusting soup-tins, till the first Few families start the trek back to the cars. The white steamer has gone. Like breathed-on glass The sunlight has turned milky. If the worst Of flawless weather is our falling short, It may be that through habit these do best, Coming to the water clumsily undressed Yearly; teaching their children by a sort Of clowning; helping the old, too, as they ought.
Al mar
Pisar el muro bajo que divide la calle de la acera de concreto en la costa, recuerda bruscamente algo ya conocido la alegre miniatura ribereña. Todo va y se amontona bajo el leve horizonte: playa empinada, agua azul, toallas, gorros de baño rojos, el quiebre fresco y repetido de las pequeñas y calladas olas sobre la arena cálida, amarilla y a lo lejos un barco a vapor blanco, estancado en la tarde
¡Sigue pasando todo esto, sigue pasando! el echarse y comer, dormirse oyendo espuma (la oreja es un parlante y suena bastante manso bajo el cielo), o llevar a niños inseguros de arriba abajo suavemente, de punta en blanco y asiendo el aire enorme, o girar a los viejos tiesos para que aprecien un último verano, sigue ocurriendo simplemente a medias goce anual, a medias rito,
como cuando, contento de estar solo, busqué en la arena a los Famosos Jugadores de Críquet, o antes, cuando mis padres, oyentes de ese mismo graznido de la costa, se conocieron. Como un extraño ahora, veo la escena despejada: la misma agua clara sobre las piedras ya pulidas, el débil tiple de protesta en los lejanos bañistas a sus afueras, y después los cigarros baratos, papel de chocolate, hojas de té, y al medio
las rocas, latas de sopa oxidándose, hasta que las primeras pocas familias vuelven a sus autos. El barco a vapor blanco se ha marchado. Como respiración dentro de un vidrio la luz del sol se ha vuelto lechosa. Si quedarnos cortos es lo peor de los climas perfectos, puede que por costumbre éstos la hagan mejor, viniendo al agua cada año tan torpemente desvestidos; como payasos enseñando a niños; ayudando a los viejos también, como se debe.Labels: Philip Larkin |
posted by Alfil @ 3:07 AM |
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