Philip Larkin -The old fools- |
Wednesday, May 25, 2005 |
The old fools Philip Larkin (England, 1922-1985)
What do they think has happened, the old fools, To make them like this? Do they somehow suppose It's more grown-up when your mouth hangs open and drools And you keep on pissing yourself, and can't remember Who called this morning ? Or that, if they only chose, They could alter things back to when they danced all night, Or went to their wedding, or sloped arms some September? Or do they fancy there's really been no change, And they've always behaved as if they were crippled or tight, Or sat through days of thin continuous dreaming
Watching light move? If they don't (and they can't), it's strange: Why aren't they screaming?
At death, you break up: the bits that were you Start speeding away from each other for ever With no one to see. It's only oblivion, true: We had it before, but then it was going to end, And was all the time merging with a unique endeavour To bring to bloom the million-petalled flower Of being here. Next time you can't pretend There'll be anything else. And these are the first signs: Not knowing how, not hearing who, the power Of choosing gone. Their looks show that they're for it: Ash hair, toad hands, prune face dried into lines- How can they ignore it?
Perhaps being old is having lighted rooms Inside your head, and people in them, acting. People you know, yet can't quite name; each looms Like a deep loss restored, from known doors turning,
Setting down a Iamp, smiling from a stair, extracting A known book from the shelves; or sometimes only The rooms themselves, chairs and a fire burning, The blown bush at the window, or the sun' s Faint friendliness on the wall some lonely Rain-ceased midsummer evening. That is where they live: Not here and now, but where all happened once. This is why they give
An air of baffled absence, trying to be there Yet being here. For the rooms grow farther, leaving Incompetent cold, the constant wear and tear Of taken breath, and them crouching below Extinction' s alp, the old fools, never perceiving How near it is. This must be what keeps them quiet. The peak that stays in view wherever we go For them is rising ground. Can they never tell What is dragging them back, and how it will end? Not at night?
Not when the strangers come? Never, throughout he whole hideous inverted childhood? Well,We shall find out.
Los viejos tontos
¿Qué creerán que ha pasado, los viejos tontos, que los ha dejado así? ¿Acaso supondrán que se es más maduro cuando la boca cuelga abierta y babea ,y se anda uno meando solo y no se puede recordar quién llamó esta mañana? ¿O que, si lo quisieran, podrían alterar las cosas y volver a la época cuando bailaban la noche entera,o iban a sus bodas, o tiraban las manos algún septiembre? ¿o se imaginarán que realmente no ha habido cambio alguno, y que siempre se habrían manejado como si fueran tiesos y tullidos, o sentados a través de días de fina y continua ensoñación mirando el movimiento de la luz? Y si no es así (y no pueden), es extraño: ¿Por qué no lloran?
Cuando mueres, te rompes: los pedazos que eras comienzan a separarse velozmente los unos de los otros para siempre y nadie lo ve. Es sólo el olvido, es cierto: antes ya lo conocimos, pero entonces se estaba terminando, y se hallaba todo el tiempo unido a la empresa de hacer brotar la flor de mil pétalos de estar aquí. La próxima vez no puede fingir que habrá algo. Y estos son los primeros signos: No saber cómo, no escuchar quién, el poder de elegir terminado. Su aspecto muestra que están para eso: pelo ceniciento, manos de batracio, caras de pasa... ¿Cómo pueden ignorarlo?
Quizás ser viejo consiste en tener habitaciones iluminadas dentro de tu cabeza, y gente en ellas, actuando. Gente que conoces, sin poder nombrarla; apareciendo cada una desde puertas entornadas como una honda pérdida restaurada,
depositando una lámpara, sonriendo desde una escalera, extrayendo un libro conocido desde el estante; o a veces sólo las habitaciones, las sillas y el fuego encendido, el aplastado arbusto en la ventana, o la tenue amistad del sol en el muro cierta solitaria tarde de mediados de verano después de la lluvia. Allí es donde viven: No aquí ni ahora, sino donde todo ocurrió alguna vez. Por eso es que tienen
un aire de confusa ausencia, intentando estar allí aunque permaneciendo aquí. Extendiéndose por las habitaciones, dejando una incompetente frialdad, el constante esfuerzo de respirar y ellos inclinándose ante el monte de la extinción, los viejos tontos, no percibiendo nunca cuán cerca está. Esto debe ser lo que los mantiene quietos: Aquel monte que nunca perdemos de vista dondequiera que vayamos ya es para ellos un elevada cuesta. Pueden acaso decir qué los está retrasando y cómo terminará. ¿No por la noche?
¿Ni cuando llegan extraños? ¿Jamás, a lo largo de toda esta espantosa inversión de la infancia? Pues bien, ya lo averiguaremos.
Versión de David Miralles
Labels: Philip Larkin |
posted by Alfil @ 8:46 AM |
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