D.H. Lawrence -Mountain lion- |
Thursday, May 19, 2005 |
Mountain lion David Herbert Lawrence (England, 1885-1930)
Climbing through the January snow, into the Lobo Canyon Dark grow the spruce-trees, blue is the balsam, water sounds still unfrozen, and the trail is still evident Men! Two men! Men! The only animal in the world to fear!
They hesitate. We hesitate. They have a gun. We have no gun.
Then we all advance, to meet.
Two Mexicans, strangers, emerging our of the dark and snow and inwardness of the Lobo valley. What are they doing here on this vanishing trail?
What is he carrying? Something yellow. A deer?
Qué tiene amigo? - León
He smiles foolishly as if he were caught doing wrong. And we smile, foolishly, as if we didn't know. He is quite gentle and dark-faced.
It is a mountain lion, A long, long, slim cat, yellow like a lioness. Dead.
He trapped her this morning, he says, smiling foolishly.
Life up her face, Her round, bright face, bright as frost. Her round, fine-fashioned head, with two dead ears; And stripes in the brilliant frost of her face, sharp, fine dark rays, Dark, keen, fine rays in the brilliant frost of her face. Beautiful dead eyes.
Hermoso es!
They go out towards the open; We go out into the gloom of Lobo. And above the trees I found her lair, A hole in the blood-orange brilliant rocks that stick up, a little cave. And bones, and twigs, and a perilous ascent.
So, she will never leap up that way again, with the yellow flash of a mountain lion's long shoot! And her bright striped frost-face will never watch any more, out of the shadow of the cave in the blood- orange rock, Above the trees of the Lobo dark valley-mouth!
Instead, I look out. And out to the dim of the desert, like a dream, never real; To the snow of the Sangre de Cristo Mountains, the ice of the mountains of Picoris, And near across at the opposite steep of snow, green trees motionless standing in snow, like a Christmas toy.
And I think in this empty world there was room for me and a mountain lion. And I think in the world beyond, how easily we might spare a million or two humans And never miss them. Yet what a gap in the world, the missing white frost-face of that slim yellow mountain lion!
Puma
Trepando entre la nieve de enero, en el Cañón del Lobo Crecen sombríos los pinabetos, azul es el bálsamo, Discurre el agua sin helarse aún y todavía el sendero se evidencia. ¡Hombres! ¡Dos hombres! ¡Hombres! ¡El único animal temible en el mundo!
Ellos dudan. Dudamos nosotros. Tienen un arma de fuego. Nosotros, ninguna.
Luego avanzamos todos, hasta encontrarnos.
Dos mexicanos, desconocidos, que salen del oscuro y nevado Interior del Valle del Lobo. ¿Qué hacen aquí, en esta senda que se pierde?
¿Qué carga aquél? Algo amarillo. ¿Un ciervo?
-¿Qué tiene, amigo? -León…
Sonríe a lo tonto, cual si le hubiera sorprendido en algo malo. Y nosotros sonreímos, neciamente como si nada. Es muy cortés, de rostro oscuro.
Se trata de un puma. Una alargada y flaca felina, tan amarilla como una leona. Muerta. La atrapé esta mañana, dice él, con su boba sonrisa.
Le alza la cara. Esa redonda, reluciente cara que brilla como escarcha. Su redonda cabeza, finamente modelada, de sordas orejas, Que en la reluciente escarcha del rostro muestra las oscuras rayas, precisas y finas. Finas rayas oscuras, sutiles en la brillante escarcha de su cara.
¡Hermosa es!
Salen hacia el campo abierto; Entramos en las tinieblas del Lobo.
Y por encima de los árboles descubrí su cubil: Una oquedad en las erguidas y relucientes rocas de sangriento matiz anaranjado, una cuevita Y huesoso y ramitas y una subida peligrosa.
¡Nunca volverá ella a trepar por esta senda, con el dorado destello del puma que pega un gran salto! ¡Ni su luminosa cara de rayada escarcha vigilará nunca más desde la umbría cueva de la rojiza roca anaranjada, Por encima de los árboles en el abra fosca del valle lobuno!
En su lugar, soy quien vigila. Y más allá, la opacidad del desierto, cual ensueño que jamás se volverá realidad; Y las nieves de los Montes Sangre de Cristo, el hielo de las Montañas de Pícoris, Y casi de medio a medio, en la opuesta eminencia helada, los frondosos árboles inmóviles entre la nieve, cual juguetes navideños.
Y pienso que en este vacío mundo había espacio suficiente para mí y aquella puma. Y pienso que en la tierra que más allá se extiende podríamos Con entera facilidad desprendernos de uno o dos millones de seres humanos sin extrañarlos jamás. Empero, ¡qué vacío deja en el mundo la desaparecida cara blanca escarchada de la flaca puma amarilla!
Traducción de Carlos Antonio CastroLabels: D.H. Lawrence |
posted by Alfil @ 9:45 AM |
|
|