Andrew Marvell -To his coy mistress- |
Saturday, March 26, 2005 |
To his coy mistress Andrew Marvell (Gran Bretaña, 1621-1678)
Had we but world enough, and time, This coyness, lady, were no crime. We would sit down, and think which way To walk, and pass our long love's day. Thou by the Indian Ganges' side Should'st rubies find: I by the tide Of Humber would complain, I would Love you ten years before the flood, And you should, if you please, refuse Till the conversion of the Jews. My vegetable love should grow Vaster than empires, and more slow ; An hundred years should go to praise Thine eyes, and on thy forehead gaze ; Two hundred to adore each breast, But thirty thousand to the rest ; An age at least to every part, And the last age should show your heart ; For, lady, you deserve this state, Nor would I love at lower rate.
But at my back I always hear Time's winged chariot hurrying near ; And yonder all before us lie Deserts of vast eternity. Thy beauty shall no more be found, Nor, in thy marble vault, shall sound My echoing song: then worms shall try That long-preserved virginity, And you quaint honor turn to dust, And into ashes all my lust : The grave's a fine and private place, But none, I think, do there embrace.
Now, therefore, while the youthful hue Sits on thy skin like morning dew, And while thy willing soul transpires At every pore with instant fires, Now let us sport us while we may, And now, like amorous birds of prey, Rather at once our time devour, Than languish in his slow-chapt power. Let us roll all our strength and all Our sweetness up into one ball, And tear our pleasures with rough strife Thorough the iron gates of life : Thus, though we cannot make our sun Stand still, yet we will make him run.
A su esquiva amada
De tener tiempo y mundo suficientes, no sería delito tu recato. Dónde ir pensaríamos, sentados, y en pasar nuestro amor en largo día. Tú, en las riberas índicas del Ganges en busca de rubíes; yo, plañendo en las ondas del Humber. Te amaría desde diez años antes del Diluvio: y rehusar podrías, si quisieseis, hasta la conversión de los judíos. Mi vegetal amor se extendería más vasto que un imperio y más despacio. Unos buenos cien años yo daría para alabar tus ojos y tu frente, doscientos adorando cada pecho: y quizá treinta mil en cuanto resta. Mil años, por lo menos, cada parte, si al fin tu corazón se me mostrase. Pues, Señora, mereces tal respeto; y amarte no podría a menos precio.
Pero, detrás de mí, yo siempre escucho la carroza del tiempo, inexorable: y allende de nosotros se dilatan desiertos de la vasta eternidad. No tendrás todo el tiempo tu belleza, ni habrá de resonar en tu sepulcro el eco de mi canto: pues gusanos probarán tu inmortal virginidad: tu honor sin par se habrá tornado polvo; muertas cenizas todo mi deseo. La tumba es un lugar íntimo y bello, pero creo que allí nadie se abraza.
Por eso, ahora, cuando un fresco tinte vive en tu piel cual matinal rocío, y mientras tu alma diáfana transpire por cada poro fuegos instantáneos, vámonos a gozar mientras podamos; como amorosas aves de rapiña, devoremos al punto nuestro tiempo, en vez de perecer entre sus fauces. Envolvamos, pues, todas nuestras fuerzas, nuestra dulzura toda, en una esfera: nuestros placeres, bastos, adentremos por el portal de hierro de la vida. Si parar no podemos nuestro sol, al menos obliguémoslo a correr.
Versión de R.S.S.
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posted by Alfil @ 1:19 AM |
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