Sekhmet, the lion-headed goddess of war
Margaret Atwood (1939 - )
He was the sort of man
who wouldn't hurt a fly.
Many flies are now alive
while he is not.
He was not my patron.
He preferred full granaries, I battle.
My roar meant slaughter.
Yet here we are together
in the same museum.
That's not what I see, though, the fitful
crowds of staring children
learning the lesson of multi-
cultural obliteration, sic transit
and so on.
I see the temple where I was born
or built, where I held power.
I see the desert beyond,
where the hot conical tombs, that look
from a distance, frankly, like dunces' hats,
hide my jokes: the dried-out flesh
and bones, the wooden boats
in which the dead sail endlessly
in no direction.
What did you expect from gods
with animal heads?
Though come to think of it
the ones made later, who were fully human
were not such good news either.
Favour me and give me riches,
destroy my enemies.
That seems to be the gist.
Oh yes: And save me from death.
In return we're given blood
and bread, flowers and prayer,
and lip service.
Maybe there's something in all of this
I missed. But if it's selfless
love you're looking for,
you've got the wrong goddess.
I just sit where I'm put, composed
of stone and wishful thinking:
that the deity who kills for pleasure
will also heal,
that in the midst of your nightmare,
the final one, a kind lion
will come with bandages in her mouth
and the soft body of a woman,
and lick you clean of fever,
and pick your soul up gently by the nape of the neck
and caress you into darkness and paradise.
Sekhmet, cabeza de león, diosa de la guerra
Fue uno de esos hombres
incapaces de matar a una mosca...
Muchas moscas viven ahora
y él no.
No fue patrón mío, prefería
los graneros repletos; yo, la batalla.
Presagiaban matanza mis rugidos.
Y sin embargo ahora estamos juntos,
en el mismo museo.
Tampoco veo los grupos caprichosos
de niños admirados
que aprenden la lección del olvido
multicultural, sic transit
y etcétera.
Veo el templo donde nací
o me levantaron, donde fui poderosa,
y más allá el desierto, con sus tumbas
calientes en forma de cono, a decir verdad
y a la distancia, muy semejantes
a orejas de burro,
donde se ocultan mis bromas: piel y huesos
resecos, las barcas de madera
donde los muertos navegan
sin rumbo por toda la eternidad.
¿Qué esperábais oír de dioses
con cabeza de animal?
Y sin embargo, si bien se piensa,
los que inventaron luego, completamente humanos,
tampoco se lucieron.
"Ayúdame, hazme rico
destruye a mi enemigo"
parece ser la pauta en general.
Y también : "Sálvame de la muerte",
a cambio de vuestras ofrendas de sangre
y pan, oraciones y flores,
mucha palabrería.
Tal vez se me escape algo, pero si buscáis
amor altruista, os habéis equivocado de diosa...
Me quedo donde estoy,
hecha de piedra e ilusiones,
que la deidad que mata por placer,
también sane;
que en la última pesadilla aparezca
una leona buena con vendas en la boca
y cuerpo suave de mujer,
y que os limpie la fiebre a lametazos,
que os levante el alma con dulzura, por el cuello,
y os abrace hasta la oscuridad, el paraíso.
Versión de Amparo Arróspide
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