Friday, May 05, 2006

John Ashbery -Self-portrait in a convex mirror-

Self-portrait in a convex mirror
John Ashbery (EEUU, 1927- )

As Parmigianino did it, the right hand
Bigger than the head, thrust at the viewer
And swerving easily away, as though to protect
What it advertises. A few leaded panes, old beams,
Fur, pleated muslin, a coral ring run together
In a movement supporting the face, which swims
Toward and away like the hand
Except that it is in repose. It is what is
Sequestered. Vasari says, "Francesco one day set himself
To take his own portrait, looking at himself from that purpose
In a convex mirror, such as is used by barbers . . .
He accordingly caused a ball of wood to be made
By a turner, and having divided it in half and
Brought it to the size of the mirror, he set himself
With great art to copy all that he saw in the glass,"
Chiefly his reflection, of which the portrait
Is the reflection, of which the portrait
Is the reflection once removed.
The glass chose to reflect only what he saw
Which was enough for his purpose: his image
Glazed, embalmed, projected at a 180-degree angle.
The time of day or the density of the light
Adhering to the face keeps it
Lively and intact in a recurring wave
Of arrival. The soul establishes itself.
But how far can it swim out through the eyes
And still return safely to its nest? The surface
Of the mirror being convex, the distance increases
Significantly; that is, enough to make the point
That the soul is a captive, treated humanely, kept
In suspension, unable to advance much farther
Than your look as it intercepts the picture.
Pope Clement and his court were "stupefied"
By it, according to Vasari, and promised a commission
That never materialized. The soul has to stay where it is,
Even though restless, hearing raindrops at the pane,
The sighing of autumn leaves thrashed by the wind,
Longing to be free, outside, but it must stay
Posing in this place. It must move
As little as possible. This is what the portrait says.
But there is in that gaze a combination
Of tenderness, amusement and regret, so powerful
In its restraint that one cannot look for long.
The secret is too plain. The pity of it smarts,
Makes hot tears spurt: that the soul is not a soul,
Has no secret, is small, and it fits
Its hollow perfectly: its room, our moment of attention.
(...)


Autorretrato en espejo convexo

Como hizo el Parmigianino, la mano derecha
Más grande que la cabeza, adelantada hacia el espectador
Y replegándose suavemente, como para proteger
Lo que anuncia. Unos cristales emplomados, vigas viejas,
Pieles, muselina plisada, un anillo de coral corren juntos
En un movimiento que sostiene al rostro, que flota
Acercándose y retirándose como la mano
Sólo que está en reposo. Es lo que está
Sustraído. Dice Vasari: "Francesco se puso un día
A sacarse su retrato, y se miró con ese propósito
En un espejo convexo, como los que usan los barberos...
Para ello mandó a un tornero que le hiciera
Una bola de madera, y tras partirla por la mitad y
Reducirla al tamaño del espejo, con gran arte
Se puso a copiar cuanto veía en el espejo",
Principalmente su reflejo, del que el retrato
Es el reflejo una vez quitado.
El espejo decidió reflejar tan sólo lo que él veía
Que fue suficiente para su propósito: su imagen
Barnizada, embalsamada, proyectada en un ángulo de 180 grados.
La hora del día o la densidad de la luz
Adhiriéndose al rostro lo conservan
Vivaz e intacto en una ola recurrente
De llegada. El alma se asienta.
Pero ¿hasta dónde puede salir por los ojos flotando
Y aún regresar a su nido a salvo? Al ser la superficie
Del espejo convexa, la distancia aumenta
Significativamente; es decir, lo bastante para apuntar
Que el alma es un cautivo, tratado humanitariamente, mantenido
En suspenso, incapaz de avanzar hasta mucho más allá
De tu mirada cuando intercepta el cuadro.
El Papa Clemente y su corte se quedaron "estupefactos",
Según Vasari, y prometieron un encargo
Que nunca materializó. El alma debe permanecer donde está,
Aunque se inquiete, oyendo gotas de lluvia en el cristal,
El suspirar de las hojas de otoño azotadas por el viento,
Anhelando estar libre, afuera, pero debe quedarse
Posando en este sitio. Debe moverse
Lo menos posible. Esto es lo que el retrato dice.
Pero hay en esa mirada fija una combinación
De ternura, diversión y pesar, tan poderosa
En su contención que uno no puede mirar mucho tiempo.
El secreto es demasiado evidente. Escuece su lástima,
Hace brotar lágirmas calientes: que el alma no es un alma,
No tiene secreto, es pequeña, y encaja
En su hueco perfectamente: su espacio, nuestro momento de atención.
(...)

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