Night
William Blake (1757-1827)
The sun descending in the west,
The evening star does shine;
The birds are silent in their nest,
And I must seek for mine.
The moon, like a flower,
In heaven's high bower,
With silent delight
Sits and smiles on the night.
Farewell, green fields and happy groves,
Where flocks have took delight.
Where lambs have nibbled, silent moves
The feet of angels bright;
Unseen they pour blessing,
And joy without ceasing,
On each bud and blossom,
And each sleeping bosom.
They look in every thoughtless nest,
Where birds are covered warm;
They visit caves of every beast,
To keep them all from harm.
If they see any weeping
That should have been sleeping,
They pour sleep on their head,
And sit down by their bed.
When wolves and tigers howl for prey,
They pitying stand and weep;
Seeking to drive their thirst away,
And keep them from the sheep.
But if they rush dreadful,
The angels, most heedful,
Receive each mild spirit,
New worlds to inherit.
And there the lion's ruddy eyes
Shall flow with tears of gold,
And pitying the tender cries,
And walking round the fold,
Saying, "Wrath, by His meekness,
And, by His health, sickness
Is driven away
From our immortal day.
"And now beside thee, bleating lamb,
I can lie down and sleep;
Or think on Him who bore thy name,
Graze after thee and weep.
For, washed in life's river,
My bright mane for ever
Shall shine like the gold
As I guard o'er the fold."
La noche
Desciende el sol por el oeste,
brilla el lucero vespertino;
los pájaros están callados en sus nidos,
y yo debo buscar el mío.
La luna, como una flor
en el alto arco del cielo,
con deleite silencioso,
se instala y sonríe en la noche.
Adiós, campos verdes y arboledas dichosas
donde los rebaños hallaron su deleite.
Donde los corderos pastaron, andan en silencio
los pies de los ángeles luminosos;
sin ser vistos vierten bendiciones
y júbilos incesantes,
sobre cada pimpollo y cada capullo,
y sobre cada corazón dormido.
Miran hasta en nidos impensados
donde las aves se abrigan;
visitan las cuevas de todas las fieras,
para protegerlas de todo mal.
Si ven que alguien llora
en vez de estar durmiendo,
derraman sueño sobre su cabeza
y se sientan junto a su cama.
Cuando lobos y tigres aúllan por su presa,
se detienen y lloran apenados;
tratan de desviar su sed en otro sentido,
y los alejan de las ovejas.
Pero si embisten enfurecidos,
los ángeles con gran cautela
amparan a cada espíritu manso
para que hereden mundos nuevos.
Y allí, el león de ojos enrojecidos
vertirá lágrimas doradas,
y compadecido por los tiernos llantos,
andará en torno de la manada,
y dirá: "La ira, por su mansedumbre,
y la enfermedad, por su salud,
es expulsada
de nuestro día inmortal.
Y ahora junto a ti, cordero que balas,
puedo recostarme y dormir;
o pensar en quien llevaba tu nombre,
pastar después de ti y llorar.
Pues lavada en el río de la vida
mi reluciente melena
brillará para siempre como el oro,
mientras yo vigilo el redil."
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