The Pied Piper of Hamelin
Robert Browning (Gran Bretaña, 1812-1889)
I
Hamelin Town's in Brunswick,
By famous Hanover city;
The river Weser, deep and wide,
Washes its wall on the southern side;
A pleasanter spot you never spied;
But, when begins my ditty,
Almost five hundred years ago,
To see the townsfolk suffer so
From vermin, was a pity.
II
Rats!
They fought the dogs and killed the cats,A
nd bit the babies in the cradles,
And ate the cheeses out of the vats,
And licked the soup from the cook's own ladles,
Split open the kegs of salted sprats,
Made nests inside men's Sunday hats,
And even spoiled the women's chats
By drowning their speaking
With shrieking and squeaking
In fifty different sharps and flats.
III
At last the people in a body
To the Town Hall came flocking:
" 'T is clear," cried they, "our Mayor's a noddy;
And as for our Corporation - shocking
To think we buy gowns lined with ermine
For dolts that can't or won't determine
What's best to rid us of our vermin!
You hope, because you're old and obese,
To find in the furry civic robe ease?
Rouse up, sirs! Give your brains a racking
To find the remedy we're lacking,
Or, sure as fate, we'll send you packing!"
At this the Mayor and Corporation
Quaked with a mighty consternation.
IV
An hour they sat in council;
At length the Mayor broke silence:
"For a guilder I'd my ermine gown sell,
I wish I were a mile hence!
It's easy to bid one rack one's brain -
I'm sure my poor head aches again,
I've scratched it so, and all in vain.
Oh, for a trap, a trap, a trap!"
Just as he said this, what should hap
At the chamber-door but a gentle tap?
"Bless us," cried the Mayor, "What's that?"
(With the Corporation as he sat,
Looking little though wondrous fat;
Nor brighter was his eye nor moister
Than a too-long-opened oyster,
Save when at noon his paunch grew mutinous
For a plate of turtle green and glutinous)
"Only a scraping of shoes on the mat?
Anything like the sound of a ratMakes my heart go pit-a-pat!"
V
"Come in!" - the Mayor cried, looking bigger:
And in did come the strangest figure!
His queer long coat from heel to head
Was half of yellow and half of red,
And he himself was tall and thin,
With sharp blue eyes, each like a pin,
And light loose hair, yet swarthy skin,
No tuft on cheek nor beard on chin,
But lips where smiles went out and in;
There was no guessing his kith and kin:
And nobody could enough admire
The tall man and his quaint attire.
Quoth one: "It's as my great-grandsire,
Starting up at the Trump of Doom's tone,
Had walked this way from his painted tombstone!"
VI
He advanced to the council-table:
And "Please, your honors," said he, "I'm able,
By means of a secret charm, to draw
All creatures living beneath the sun,
That creep or swim or fly or run,
After me so as you never saw!
And I chiefly use my charm
On creatures that do people harm,
The mole and toad and newt and viper;
And people call me the Pied Piper."
(And here they noticed round his neck
A scarf of red and yellow stripe,
To match with his coat of the self-same cheque;
And at the scarf's end hung a pipe;
And his fingers, they noticed, were ever straying
As if impatient to be playing
Upon this pipe, as low it dangled
Over his vesture so old-fangled.)
"Yet," said he, "poor piper as I am,
In Tartary I freed the Cham,
Last June, from his huge swarms of gnats;
I eased in Asia the Nizam
Of a monstrous brood of vampire-bats;
And as for what your brain bewilders,
If I can rid your town of rats
Will you give me a thousand guilders?"
"One? fifty thousand!" - was the exclamation
Of the astonished Mayor and Corporation.
VII
Into the street the Piper stept,
Smiling first a little smile,
As if he knew what magic slept
In his quiet pipe the while;
Then, like a musical adept,
To blow his pipe his lips he wrinkled,
And green and blue his sharp eyes twinkled.
Like a candle-flame where salt is sprinkled;
And ere three shrill notes the pipe uttered,
You heard as if an army muttered;
And the muttering grew to a grumbling;
And the grumbling grew to a mighty rumbling;
And out of the houses the rats came tumbling.
Great rats, small rats, lean rats, brawny rats,
Brown rats, black rats, gray rats, tawny rats,
Grave old plodders, gay young friskers,
Fathers, mothers, uncles, cousins,
Cocking tails and pricking whiskers,
Families by tens and dozens,
Brothers, sisters, husbands, wives,
Followed the Piper for their lives.
From street to street he piped advancing,
And step by step they followed dancing,
Until they came to the river Weser,
Wherein all plunged and perished!
- Save one, who, stout as Julias Caeser,
Swam across and lived to carry
(As he, the manuscript he cherished)
to Rat-land home his commentary:
Which was, "At the first shrill notes of the pipe,
I heard a sound as of scraping tripe,
And putting apples, wondrous ripe,
Into a cider-press's gripe,
And a moving away of pickle tub-boards,
And a leaving ajar of conserve-cupboards,
And a drawing the corks of train-oil-flasks,
And a breaking the hoops of butter-casks:
And it seemed as if a voice
(Sweeter far than by harp or psaltery
Is breathed) called out, 'Oh rats, rejoice!
The world is grown to one vast drysaltery!
So munch on, crunch on, take your nuncheon,
Breakfast, supper, dinner, luncheon!'
And just as a bulky sugar-puncheon,
All ready staved, like a great sun shone,
Glorious scarce an inch before me,
Just as methought it said, 'Come, bore me!'
- I found the Weser rolling o'er me."
(...)
El Flautista de Hamelin
I
El poblado de Hamelin está en Brunswick
Cerca de la famosa ciudad de Hanover
El río Weser, ancho y profundo
Moja sus paredes en el lado sur;
Un hermoso cuadro nunca visto;
Pero, cuando empezó mi canción,
Hace casi quinientos años,
¡Que lástima!, ver sufrir a la gente
Por culpa de esos bichos.
II
¡Ratas!
Se peleaban con los perros y mataban a los gatos,
Y mordían a los bebes en sus cunas,
Comían los quesos de los moldes,
Y chupaban la sopa directamente de los cucharones de los cocineros,
Partían los barriles de sardinas saladas,
Anidaban en los sombreros domingueros de los hombres,
Y arruinaban las charlas de las mujeres
Ahogando sus voces
Con gritos y chillidos
En cincuenta diferentes sostenidos y bemoles.
III
Al fin el pueblo en bloque
Se congregó en la municipalidad:
"¡Que quede claro!", gritaron, "¡nuestro intendente es un inútil;
Y nuestro consejo un escándalo!
¡Pensar que nosotros compramos ropas elegantes
Para imbéciles que no pueden determinar
Lo mejor para librarnos de esta plaga!
¿Ustedes creen que porque son gordos y viejos,
Van a encontrar sus funciones más fáciles?
¡Arriba señores! ¡Den a sus cerebros una sacudida
Y encuentren el remedio que nos está faltando,
O tengan por seguro que los mandaremos a empacar!"
Con esto el intendente y el consejo
Quedaron bajo una terrible consternación.
IV
Una hora se reunieron en consulta
Y al final el intendente rompió el silencio:
" Por una moneda he de vender mi traje;
¡Cómo desearía estar lejos de aquí!
Es fácil ordenarle a uno que se sacuda el cerebro—
Estoy seguro que mi pobre cabeza volverá a dolerme,
Ya la he estrujado, y todo en vano.
¡Ah, que daría por una trampa, trampa, trampa!"
Justo cuando decía esto, ¿qué pudo pasar?
Un suave golpe en la puerta de la cámara.
"¡Por Dios!", gritó el intendente, "¿que sucede?"
(Sentado entre los miembros del consejo,
Se lo veía pequeño, aunque terriblemente gordo;
Sin brillo en sus ojos, no más húmedos
Que una ostra demasiado larga y abierta,
Salvo cuando su panza sufría turbulencias
Frente a un plato de tortuga verde y gelatinosa)
"¿Son solo unos pies que se arrastran en la alfombra?
¡Cualquier cosa que suene como una rata
Hace que mi corazón lata violentamente!"
V
"¡Entre!"— Gritó el intendente, incorporándose:
¡Y así entró la figura más extraña!
Su saco largo, tan raro, que iba de los pies a la cabeza
Era mitad amarillo y mitad rojo,
Y él mismo era alto y flaco,
Con ojos azules, penetrantes, cada uno como un botón,
Su pelo claro y suelto, su piel oscura,
sin patilla en las mejillas, y sin barba en el mentón,
Y labios donde las sonrisas iban y venían;
Sobre sus amigos y parientes, nadie pudo conjeturar:
Ni nadie pudo tampoco admirar lo suficiente
Al hombre alto y su antigua vestimenta.
Uno dijo: "¡Es como si mi tatarabuelo,
Marchando al compás de las trompetas del Día del Juicio Final,
Hubiera hecho este camino desde su colorida tumba!"
VI
El se aproximo a la mesa del Consejo:
Y, "Con permiso Su Señoría", dijo, " yo estoy capacitado,
A través de un hechizo secreto, para atraer
A todas las criaturas que viven bajo el sol,
Que se arrastran, o nadan, o vuelan, o corren,
Atraerlas detrás mío, en una forma que nunca se ha visto.
Y yo principalmente uso mi hechizo
En criaturas que dañan a la gente,
En el topo, el sapo, el tritón y en la víbora;
Y todo el mundo me conoce por el flautista."
( Y en este punto ellos notaron alrededor de su cuello
Una bufanda a rayas rojas y amarillas,
Que armonizaba con su saco hecho del mismo paño,
Y en una punta de la bufanda colgaba una flauta;
Y notaron también, sus dedos, que se movían sin pausa
Como impacientes por tocar
En la flauta, que colgaba a baja altura
Sobre su vestidura anticuada)
" Y aunque," dijo, " parezco un pobre flautista,
El pasado junio, liberé al Reino de Tartaria,
De un enorme enjambre de jejenes;
Alivié en Asia al Nizam
De una monstruosa camada de murciélagos:
Y en cuanto a lo que atormenta sus mentes,
¿Si logro eliminar las ratas de la ciudad,
Me darán ustedes mil monedas?"
" ¿Mil? ¡Cincuenta mil!"--fue la exclamación
Que dieron asombrados, el Intendente y su Consejo.
VII
El flautista se paró en la calle,
Sonriendo primero con una pequeña sonrisa,
Como sabiendo la magia que duerme
en su modesta flauta;
Y entonces como un músico experto,
Frunció sus labios para soplar la flauta,
Y sus agudos ojos verdeazules parpadearon,
Como una llama de vela rociada con sal;
Y antes de que la flauta diera tres notas,
Se escuchó como si un ejército murmurase;
Y el murmullo se fue haciendo un estruendo;
Y el estruendo se convirtió en un fuerte retumbo;
Y hacia afuera de las casas las ratas se revolcaban.
Ratas grandes, ratas pequeñas, ratas flacas, ratas fornidas,
Ratas marrones, ratas negras, ratas grises, ratas tostadas,
Serias viejas aplicadas, alegres jóvenes juguetonas,
Padres, madres, tíos, primos,
Con sus colas paradas y sus bigotes erizados.
Familias por decenas y docenas,
Hermanos, hermanas, maridos, esposas--
Siguieron al flautista con gran entusiasmo.
Calle tras calle él sopló avanzando,
Y paso a paso ellas lo siguieron bailando.
Hasta que llegaron al río Weser,
¡Donde todas se zambulleron y murieron!
—Salvo una quién, valiente como Julio Cesar,
Cruzo a nado y sobrevivió para llevar
( Como el conquistador Romano con su manuscrito)
A 'Ratalandia', su hogar, el siguiente comentario:
Que decía así, "A la primera nota de la flauta
Escuché un sonido como de tripas que se agitan,
Como de manzanas, maravillosamente maduras
Cayendo dentro de un lagar de cidra,
Y de un abrir de frascos de pickles,
Y de entornar de tapas de conservas,
Y de un descorchar de frascos de aceite,
Y de un romper las cubiertas de los barriles de manteca,
Y de parecer, en fin, como si una voz
(Mas dulce que la voz del arpa)
Dijera, ¡Oh ratas, disfruten!
¡El mundo se ha convertido en una gran cocina!
¡Entonces coman, masquen, tomen sus viandas,
Desayuno, almuerzo, cena, refrigerio!
Formando todo un compacto jugo azucarado,
Y justo cuando estaba por alcanzar
Ese compacto barril de delicias,
Que brillando como el sol
Parecía decirme: '¡Vení, perforame!'
—Me vi arrastrada por el río Weser."
(...)
Versión de Claudio Frydman
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