Enueg I
Samuel Beckett (1906-1989)
Exeo in a spam
tired of my darling's red sputum
from the Portobello Private Nursing Home
its secret things
and toil the crest of the surge of the steep perilous
bridge
and lapse down blakly under the scream of the hoarding
round the bright stiff banner of the hoarding
into a black west
trottled with clouds.
Above the mansions the algum-trees
the mountains
my skull sullenly
clot of anger
skewered aloft strangled in the cang of the wind
bites like a dog against its chastisement.
I trundle along rapidly now on my ruined feet
flush with the livid canal;
at Parnell Bridge a dying barge
carrying a cargo of nails and timber
rocks itself softly in the foaming cloister of the lock;
on the bank a gamg of down and outs would seem to be
mending a beam.
Then for miles only wind
and the weals creeping alongside on the water
and the world opening up to the south
across a travesty of champaign to the mountains
and the stillborn evening turning a filthy green
manuring the night fungus
ant the mind annulled
wrecked in wind.
I splashed past a little wearish old man,
Democritus,
scuttling along between a crutch and a stick,
his stump caugth up horribly, like a claw, under his
breech, smoking.
Then because a field on the left went up in a sudden
blaze
of shouting and urgent whistling and scarlet and blue
ganzies
I stopped and climbed the bank to see the game.
A child fidgeting at the gate called up:
"Would we be let in Mister?"
"Certainly" I said "you would."
But, afraid, he set off down the road.
"Well" I called after him "why wouldn't you go on in?"
"Oh" he said, knowingly,
"I was in that field before an I got put out.
"So on,
derelict,
as from a bush of gorse on fire in the mountain after
dark,
or in Sumatra the jungle hymen,
the still flagrant rafflesia.
Next:
a lamentable family of grey verminous hens,
perishing out in the sunk field,
trembling, half asleep, against the closed door of a shed,
with no means of roosting.
The great mushy toadstool,
green-black,
oozing up after me,
soaking up the tattered sky like an ink of pestilence,
in my skull the wind going fetid,
the water...
Next:
on the hill down from the Fox and Geese into
Chapelizod
a small malevolent goat, exiled on the road,
remotely pucking the gate of his field;
the Isolde Stores a great perturbation of sweaty heroes,
in their Sunday best,
come hastening down for a pint of nepenthe or moly or
half and half
from watching the hurlers above in Kilmainham.
Blotches of doomed yellow in the pit of the Liffey;
the fingers of the ladders hooked over the parapet,
soliciting;
a slush of vigilant gulls in the grey spew of the sewer.
Ah the banner
the banner of meat bleeding
on the silk of the seas and the artic flowers
that do not exist.
Enueg I
Exeo en un espasmo
cansado del esputo rojizo de mi amada
de los asuntos secretos
del Hospital Privado Portobello
y avanzo hacia la cresta del peligroso puente en precipicio
y él sobre mí lo cruzo desconcertadamente bajo el chirrido de la empalizada
alrededor dela brillante entumecida bandera de la empalizada
hacia un oscuro oeste
ahogado entre nubes.
Sobre las casas árboles algummin
las montañas
mi cráneo hoscamente
coágulo de ira
clavado en la altura estrangulado por la argolla del viento
muerde el mismo modo que un perro al que castigan.
Ruedo rápidamente sobre mis pies ruinosos
a nivel mismo del lívido canal;
cerca de Puente Parnell una muerte gabarra
llevando cargamento de clavos y madera
con suavidad oscila soble el claustro espumoso de la esclusa;
lejos en la otra orilla unos pobres diablos parecen arreglar un armazón.
Luego durante millas el viento solamente
y la prosperidad que se desliza muy cerca sobre el agua
y el mundo abriéndose hacia el sur
a través de un disfraz de campo hasta las montañas
muerta al nacer la tarde ya casi verde inmundo
estercolando el hongo de la noche
y la mente abolida
náufraga por el viento.
Chapoteé cerca de un viejecito con aire fatigado,
Demócrito, /
que caminaba aprisa entre una muleta y un bastón,
cogido su muñon horriblemente, como garfio, bajo los pantalones, fumando.
Luego porque a la izquierda estalló un campo en una repentina llamarada
de gritos e insistentes silbidos y mazuelos color azul y rojo
me detuve y subí sobre un ribazo para mirar el juego.
Un muchacho nervioso me gritó desde fuera "Nos está permitido entrar, Señor?" "Naturalmente" dije "sí que está".
Pero, atemorizado, se alejó por la calle.
"Oye" grité tras él "¿por qué no entras?"
"Oh" respondió, con aire inteligente,
"estuve en este campo antes y me expulsaron".
De esta manera sucesivamente
deamparado
como desde un matojo de aliaga ardiendo en la montaña después de oscurecer
o en Sumatra, el himen de la jungla,
la aún fragante rafflesia
Y luego:
lamentable familia de gallinas grises y verminosas,
agonozando en medio de un campo en hondonada,
temblando, adormiladas, contra el portón cerrado del refugio, sin poder apoyarse sobre el palo.
La gran seta de pulpa venenosa,
verdinegra,
escupe sus miasmas sobtre mí,
empapando el cielo desgarrado con tinta como de pestilencia,
sobre mi cráneo se vuelve el viento fétido,
el agua...
Y luego:
colina abajo desde Fox y Geese hacia Chapelizod
una cabra malévola y pequeña, exilada en sendero,
que raramente embiste las puertas de su prado;
Almacenes Isolda perturbación enorme de los héroes sudados,
vestidos de domingo,
apresurados bajan en busca de una pinta de nepento o hierba moli o mitad y mitad
desde donde miraban a los jugadores sobre el Kilmainham.
Borrones de amarillo sentenciado en el poso del Liffey,
al parapeto unidos garfios de las escalas,
incitando;
légamo de gaviotas vigilantes en el vómito gris de la cloaca.
Ah la bandera de la carne que sangra
en la seda de los mares y las flores del Ártico
que no existen.
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