Old pictures in Florence
Robert Browning (Gran Bretaña, 1812-1889)
I
The morn when first it thunders in March,
The eel in the pond gives a leap, they say:
As I leaned and looked over the aloed arch
Of the villa-gate this warm March day,
No flash snapped, no dumb thunder rolled
In the valley beneath where, white and wide
And washed by the morning water-gold,
Florence lay out on the mountain-side.
II
River and bridge and street and square
Lay mine, as much at my beck and call,
Through the live translucent bath of air,
As the sights in a magic crystal ball.
And of all I saw and of all I praised,
The most to praise and the best to see
Was the startling bell-tower Giotto raised:
But why did it more than startle me?
III
Giotto, how, with that soul of yours,
Could you play me false who loved you so?
Some slights if a certain heart endures
Yet it feels, I would have your fellows know!
I’ faith, I perceive not why I should care
To break a silence that suits them best,
But the thing grows somewhat hard to bear
When I find a Giotto join the rest.
IV
On the arch where olives overhead
Print the blue sky with twig and leaf,
(That sharp-curled leaf which they never shed)
‘Twixt the aloes, I used to lean in chief,
And mark through the winter afternoons,
By a gift God grants me now and then,
In the mild decline of those suns like moons,
Who walked in Florence, besides her men.
V
They might chirp and chaffer, come and go
For pleasure or profit, her men alive
My business was hardly with them, I trow,
But with empty cells of the human hive;
- With the chapter-room, the cloister-porch,
The church’s apsis, aisle or nave,
Its crypt, one fingers along with a torch,
Its face set full for the sun to shave.
VI
Wherever a fresco peels and drops,
Wherever an outline weakens and wanes
Till the latest life in the painting stops,
Stands One whom each fainter pulse-tick pains:
One, wishful each scrap should clutch the brick,
Each tinge not wholly escape the plaster,
-A lion who dies of an ass’s kick,
The wronged great soul of an ancient Master.
VII
For oh, this world and the wrong it does
They are safe in heaven with their backs to it,
The Michaels and Rafaels, you hum and buzz
Round the works of, you of the little wit!
Do their eyes contract to the earth’s old scope,
Now that they see God face to face,
And have all attained to be poets, I hope?
‘Tis their holiday now, in any case.
VIII
Much they reck of your praise and you!
But the wronged great souls -can they be quit
Of a world where their work is all to do,
Where you style them, you of the little wit,
Old Master This and Early the Other,
Not dreaming that Old and New are fellows:
A younger succeeds to an elder brother,
Da Vincis derive in good time from Dellos.
IX
And here where your praise might yield returns,
And a handsome word or two give help,
Here, after your kind, the mastiff girns
And the puppy pack of poodles yelp.
What, not a word for Stefano there,
Of brow once prominent and starry,
Called Nature’s Ape and the world’s despair
For his peerless painting? (See Vasari.)
X
There stands the Master. Study, my friends,
What a man’s work comes to! So he plans it,
Performs it, perfects it, makes amends
For the toiling and moiling, and then, sic transit!
Happier the thrifty blind-folk labour,
With upturned eye while the hand is busy,
Not sidling a glance at the coin of their neighbour!
‘Tis looking downward that makes one dizzy.
(...)
Pinturas antiguas en Florencia
I
La primera mañana de marzo en que truena
la anguila da un salto en el agua, eso dicen;
cuando yo me asomé por el arco de áloe
de la entrada a la villa, en tibio día de marzo,
rayo alguno brillaba, ni retumbaba el trueno
allá abajo en el valle, en donde blanca y ancha,
lavada por el oro acuoso matutino
Florencia se extendía por toda la ladera.
II
El puente y el río, las plazas y las calles
ante mí se ofrecían; estaban a mi alcance
a través del translúcido baño de aire vivo
cual si fueran visiones de bola de cristal.
Y de cuanto yo vi, y de cuanto alabé,
lo más digno de encomio y más bello a la vista
fue ese asombroso campanario de Giotto.
Pero, ¿qué causó en mí más allá del asombro?
III
Dime Giotto, ¿cómo, con esa alma tuya
has podido engañarme cuando tanto te amaba?
Si bien un corazón aguanta algún desprecio,
no deja de sentir, ¡sabedlo tú y los tuyos!
La verdad, yo no sé por qué habría de importarme
el romper un silencio que a ellos les conviene;
mas la cosa resulta ya menos llevadera
cuando veo que un Giotto se une a los demás.
IV
Rodeado de olivos que estampan todo el cielo
marcando en el azul sus ramas y sus hojas
(las hojas afiladas que nunca se les caen)
por el arco de áloe solía yo asomarme
y observaba, a lo largo de las tardes de invierno,
gracias a un don que Dios a veces me concede,
en las suaves puestas de esos soles cual lunas,
quién andaba en Florencia, además de sus gentes.
V
Podían regatear, cantar, ir y venir
por placer o por lucro, los hombres de Florencia:
en verdad mi interés no se centraba en ellos
sino en las celdas huecas de la colmena humana;
en la arcada del claustro, la sala de capítulo
el ábside, transepto o nave de la iglesia;
la cripta, vislumbrada palpando y con antorcha
y la fachada alzada para que el sol la afeite.
VI
Dondequiera que un fresco se desprende y se cae,
doquiera que un contorno se debilita y mengua
hasta que en la pintura la vida se detiene,
hay Uno a quien le duele ese latir más débil,
que desea que el yeso no abandone el ladrillo
y que el color no escape del todo a la escayola.
Un león que sucumbe ante la coz de un asno:
la agraviada y gran alma de un Maestro antiguo.
VII
Ocurre que a este mundo y a todo el mal que causa
le pueden dar la espalda, seguros en la gloria,
Miguel y Rafael, en torno a cuyas obras
pululáis y zumbáis, ¡gentes de poco seso!
¿Se contraen sus ojos a la escala terrena
ahora que les es dado ver a Dios cara a cara,
y han llegado, además -espero- a ser poetas?
Dias festivos disfrutan allí, en todo caso.
VIII
¡Mucho les importáis con vuestras alabanzas!
Pero ¿podrán librarse las almas agraviadas
de un mundo en que su obra provoca gran bullicio,
donde los apodáis, gentes de poco seso,
el Viejo Maestro Tal y el Primitivo Cual,
sin caer en que Viejo da igual que Primitivo,
que un hermano más joven sucede a otro mayor
y que existió un Da Vinci porque antes hubo un Dello?
IX
Y aquí, donde podrían servir vuestros elogios
y una palabra amable, o dos, ayudarían,
según vuestra racial costumbre el mastín gruñe
y ladra una camada de caniches cachorros.
¿No habrá ni una palabra para ese Stefano
de frente prominente, en tiempos, y brillante,
a quien se conoció, por su sin par pintura,
como el Imitador de la Naturaleza?
X
Ahí tenéis al Maestro; ¡contemplad, pues, amigos,
en qué queda la obra de un hombre! La planea
la hace y perfecciona, además se disculpa
por todos sus esfuerzos, pero después, ¡sic transit!
¡Más felices trabajan los ciegos ahorrativos,
vuelto hacia arriba el ojo, ocupada la mano,
sin mirar de soslayo la moneda del otro!
Es mirar hacia abajo lo que produce vértigo.
(...)
Versión de Fernando Toda
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