John Donne -The extasie- |
Wednesday, January 04, 2006 |
The extasie John Donne (1572-1631)
Where, like a pillow on a bed, A Pregnant banke swel'd up, to rest The violets reclining head, Sat we two, one anothers best.
Our hands were firmely cimented With a fast balme, which thence did spring, Our eye-beames twisted, and did thred Our eyes, upon one double string;
So to'entergraft our hands, as yet Was all the meanes to make us one, And pictures in our eyes to get Was all our propagation.
As 'twixt two equall Armies, Fate Suspends uncertaine victorie, Our soules, (which to advance their state, Were gone out,) hung 'twixt her, and mee.
And whil'st our soules negotiate there, Wee like sepulchrall statues lay; All day, the same our postures were, And wee said nothing, all the day.
If any, so by love refin'd, That he soules language understood, And by good love were growen all minde, Within convenient distance stood,
He (though he knew not which soule spake, Because both meant, both spake the same) Might thence a new concoction take, And part farre purer then he came.
This Extasie doth unperplex (We said) and tell us what we love, Wee see by this, it was not sexe, Wee see, we saw not what did move:
But as all severall soules containe Mixture of things, they know not what, Love, these mixt soules, doth mixe againe, And makes both one, each this and that.
A single violet transplant, The strength, the colour, and the size, (All which before was poore, and scant,) Redoubles still, and multiplies. When love, with one another so
Interinanimates two soules, That abler soule, which thence doth flow, Defects of lonelinesse controules. Wee then, who are this new soule, know,
Of what we are compos'd, and made, For, th'Atomies of which we grow, Are soules, whom no change can invade. But O alas, so long, so farre
Our bodies why doe wee forbeare? They are ours, though they are not wee, Wee are The intelligences, they the spheare. We owe them thankes, because they thus,
Did us, to us, at first convay, Yeelded their forces, sense, to us, Nor are drosse to us, but allay. On man heavens influence workes not so,
But that it first imprints the ayre, Soe soule into the soule may flow, Though it to body first repaire. As our blood labours to beget
Spirits, as like soules as it can, Because such fingers need to knit That subtile knot, which makes us man: So must pure lovers soules descend
T'affections, and to faculties, Which sense may reach and apprehend, Else a great Prince in prison lies. To'our bodies turne wee then, that so
Weake men on love reveal'd may looke; Loves mysteries in soules doe grow, But yet the body is his booke. And if some lover, such as wee,
Have heard this dialogue of one, Let him still marke us, he shall see Small change, when we'are to bodies gone.
Éxtasis
Donde, como la almohada en un lecho, se erguía la preñada ribera para que las violetas reclinasen su frente, nos sentamos los dos, cada cual lo mejor del otro.
Firmemente asidas iban nuestras manos con un fuerte bálsamo que de ellas manaba, se entrelazaron las miradas, tejiendo en una doble trenza nuestros ojos.
Rizar así nuestras manos era entonces el único medio de diluirnos, y nuestra única propagación ese espejear de imágenes en nuestros ojos.
Como entre dos Ejércitos iguales suspende el Hado la victoria incierta, nuestras almas (que a conquistar su condición salieron de los cuerpos) entre ella y yo se cernían.
Y mientras allí parlamentaban nuestras almas, yacíamos como estatuas sepulcrales, todo el día inmóviles y en silencio, todo el día.
Si alguien, tan depurado por el buen Amor que comprenda el lenguaje de las almas, y que por Él transformado en pleno espíritu allí se encontrase, a distancia conveniente,
podría (aún sin saber qué alma hablaba, puesto que ambas decían y significaban lo mismo) hallar un nuevo elixir, y partir más puro que cuando llegó.
Este éxtasis (dijimos) nos ilumina, nos revela lo que amamos; vemos así que no era sexo, y que no veíamos la causa.
Pero como cada alma contiene una amalgama de elementos para sí desconocida, el amor vuelve a mezclar estas almas diluidas, haciendo de ambas una -esta y otra-.
Trasplanta una simple violeta y su fuerza, tamaño y color -cuanto en ella era escaso y miserable- crecerán aún, y se multiplicarán.
Cuando una con otra el amor entreanima dos almas, el alma que de allí fluye enriquecida corrige las faltas de la soledad.
Nosotros, que somos esa alma renovada, conocemos aquello que nos elementa y nos hace, pues los átomos de los que crecimos son almas no sujetas a cambio.
Mas oh, ¿por qué nuestros cuerpos, tanto tiempo, tan distantes, hemos olvidado? Aunque no por ellos somos, nos pertenecen; somos las inteligencias, ellos la esfera;
les debemos gratitud, pues así, desde el inicio, nos acercaron a nosotros mismos; nos cedieron sus fuerzas, su sentido; y no son para nosotros escoria sino alivio.
No obra así en el hombre el influjo del cielo, sino que antes se imprime en el aire, de modo que, aunque primero repare en el cuerpo, pueda el alma fluir dentro del alma.
Como nuestra sangre se afana en engendrar espíritus en lo que puede semejante a las almas, pues tales dedos son necesarios para tejer ese nudo sutil que nos hace hombres,
así han de descender las almas de los amantes puros a las facultades y los afectos que los sentidos puedan alcanzar y aprehender. De lo contrario, un gran Príncipe yace encarcelado.
Retornemos pues a nuestros cuerpos de modo que los débiles puedan ver el amor revelado; los misterios del amor medran en el alma, mas el cuerpo es su libro.
Y si algún amante, tal como nosotros, ha escuchado este diálogo de uno, preste aún atención y verá que poco habremos cambiado, al volver donde nuestros cuerpos.
Versión de David Horta PimentelLabels: John Donne |
posted by Alfil @ 3:09 AM |
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