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Minnie Bruce Pratt -Poem for my sons-
Wednesday, November 03, 2004
Poem for my sons
Minnie Bruce Pratt (EEUU, 1946- )

When you were born, all the poets I knew
were men, dads eloquent on their sleeping
babes and the future: Coleridge at midnight,
Yeats' prayer that his daughter lack opinions,
his son be high and mighty, think, and act.
You've read the new father's loud eloquence,
fiery sparks written in a silent house
breathing with the mother's exhausted sleep.

When you were born, my first, what I thought was
milk: my breasts sore, engorged, but not enough
when you woke. With you, my youngest, I did not
think: my head unraised for three days, mind-dead
from waist-down anesthetic labor, saddle
block, no walking either.
Your father was then
the poet I'd ceased to be when I got married.
It's taken me years to write this to you.

I had to make a future, willful, voluble,
lascivious, a thinker, a long walker,
unstruck transgressor, furious, shouting,
voluptuous, a lover, a smeller of blood,
milk, a woman mean as she can be some nights,
existence I could pray to, capable of
poetry.
Now here we are. You are men,
and I am not the woman who rocked you
in the sweet reek of penicillin, sour milk,
the girl who could not imagine herself
or a future more than a warm walled room,
had no words but the pap of the expected,
and so, those nights, could not wish for you.

But now I have spoken, my self, I can ask
for you: that you'll know evil when you smell it;
that you'll know good and do it, and see how both
run loose through your lives; that then you'll remember
you come from dirt and history; that you'll choose
memory, not anesthesia; that you'll have work
you love, hindering no one, a path crossing
at boundary markers where you question power;
that your loves wll match you thought for thought
in the long heat of blood and fact of bone

Words not so romantic nor so grandly tossed
as if I'd summoned the universe to be
at your disposal.
can only pray:

That you'll never ask for the weather, earth,
angels, women, or other lives to obey you;

that you'll remember me, who crossed, recrossed
you,
as a woman making slowly toward
an unknown place where you could be with me,
like a woman on foot, in a long stepping out.


Poema para mis hijos

Cuando ustedes nacieron, todos los poetas que conocía
eran hombres, papás elocuentes sobre sus bebés
durmientes y el futuro: Coleridge a medianoche,
la plegaria de Yeats pidiendo que su hija careciera de opiniones
que su hijo fuera grande y poderoso, que pensara y actuara.
Ustedes han leído la sonora elocuencia del nuevo padre,
feroces chispazos escritos en una casa silenciosa
respirando con el sueño exhausto de la madre.

Cuando vos naciste, mi primer hijo, lo que pensé fue
leche: mis pechos paspados, hinchados, pero no alcanzaban
cuando despertabas. Con vos, mi hijo menor, no
pensé: la cabeza tendida por tres días, inconsciente
por la anestesia peridural, paralizada
de la cintura para abajo, sin poder caminar.
Su padre era entonces
el poeta que yo había dejado de ser cuando me casé.
Me ha costado años escribirles esto.

Tuve que hacerme de un futuro, obstinada, voluble,
lasciva, una pensadora, una caminante infatigable,
transgresora sin condena, furiosa, gritona,
voluptuosa, una amante, la que huele sangre,
leche, una mujer tan mezquina como pueda serlo algunas noche
una existencia a la que pudiera rezarle, capaz de
poesía.

Y aquí estamos ahora. Ustedes son hombres,
y yo no soy la mujer que los acunó
en el suave vaho de la penicilina, la leche agria,
la chica que no podía imaginarse a sí misma
o un futuro más allá de una habitación de tibios muros,
que no tenía palabras, salvo la papilla de lo predecible,
y entonces, en aquellas noches, no pudo pedir por ustedes.
Pero ahora he hablado, de mí, yo misma, yo puedo pedir
para ustedes: que conozcan el mal cuando lo huelan;
que conozcan el bien y lo practiquen, y vean como ambos
corren desatados por entre sus vidas; que entonces recuerden
que ustedes vienen de la tierra y de la historia; que elijan
la memoria, no la anestesia; que tengan un trabajo
al que amen, sin estorbar a nadie, un sendero que cruce
las marcas fronterizas en donde cuestionen el poder;
que sus amores los igualen pensamiento por pensamiento
en el largo calor de la sangre y en el hecho del hueso.

Palabras ni tan románticas ni tan grandilocuentemente brindadas
como si les ofreciera el universo y lo pusiera
a su disposición.
Sólo puedo rezar:

Que jamás le pidan al clima, la tierra,
los ángeles, las mujeres, u otras vidas, que les obedezcan;

que se acuerden de mí, como quien los cruzó y los volvió a
cruzar,

como una mujer avanzando lentamente hacia
un lugar desconocido en donde ustedes pudieran estar conmigo,
como mujer a pie, alargando el paso.

Versión de Carlos Schroeder

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posted by Alfil @ 12:53 PM  
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